Con
esta entrada solo deseo reflejar una situación real, sin pesimismo de por
medio, aunque esté impregnada de una cierta tristeza, pues no deja de ser
triste envejecer. El envejecimiento es un proceso natural e irreversible, que
afecta a todo ser vivo y para el que todavía no se dispone de cura alguna.
Ahora
bien, la edad cronológica y la edad biológica no son iguales. En la mayoría de
los casos, el proceso de envejecimiento comienza a principios de los 20 años, cuando empezamos a perder neuronas, y los
primeros signos visibles aparecen alrededor de los 30. A partir de ese momento,
las cosas evolucionan a una velocidad variable. Por regla general según la OMS,
hasta los 60 años una persona no puede ser considerada de edad avanzada, algo
que se me antoja caduco en pleno siglo XXI y en nuestro país, donde la
esperanza de vida media es de 82 años, dependiendo del sexo.
Pero
dejémonos de estadísticas y de definiciones. Lo que verdaderamente cuenta es lo
que uno siente y cómo se ve durante este proceso de envejecimiento a lo largo
de toda su vida.
Hay
gente realmente preocupada por los efectos de la edad, y se horrorizan al ver
aparecer arrugas en su frente, cara y cuello e intentan por todos los medios,
disimularlas e incluso acabar con ellas recurriendo a las inyecciones de bótox
o de ácido hialurónico, por no hablar de la cirugía estética, que muchas veces
hace más estragos que el envejecimiento natural.
Si
hay personas todavía jóvenes que pretenden, en vano, mantenerse eternamente
jóvenes, ¿qué harán cuando lleguen a la madurez, y no digamos, a la vejez?
Aunque
resulte triste observar esos cambios en nuestro organismo, debemos aceptar que
son el resultado de un proceso natural e imparable, que afecta a todos por
igual, y convivir con ellos pacífica y razonablemente bien. Sé que resulta más
fácil decirlo que vivirlo, pero considero que es un buen consejo a seguir.
Lo
que, por lo menos a mí, me resulta más traumático es ver el antes y el después
sin transición de por medio. Una cosa es verte en el espejo día a día o ver a
alguien casi a diario, con lo que esos cambios físicos resultan menos patentes,
que ver una fotografía familiar de hace muchos años y comparar esa imagen con
la actual (ver a tus padres cuando eran jóvenes y verlos ahora ancianos, o ver
a tus hijos siendo niños y ahora que ya son adultos; en ambos casos no parecen
que sean las mismas personas), o reunirte con antiguos compañeros de clase y
casi no reconocerlos. Eso me ocurrió en una cena de antiguos alumnos transcurridos
más de veinte años desde que acabamos el bachillerato. Por fortuna para mi ego,
a mí todos me reconocieron.
Cuando
ahora, a mis 74 años, me dicen que me conservo muy bien para esta edad, que
parezco mucho más joven, siempre respondo, con sorna, que estoy, efectivamente,
muy bien de chapa y pintura, pero que de motor ando un poco averiado, de modo
que, siguiendo con este símil, si fuera un automóvil, no pasaría la ITV.
Lo
que acabo de referir puede ser algo natural, uno puede parecer joven por fuera
y ser un viejo por dentro, y viceversa. Y no solo físicamente, pues hay jóvenes
viejos y viejos jóvenes mentalmente.
Dicen
que la juventud está en el interior, al igual que la belleza, pero dejémonos de
monsergas y aceptemos que nos hacemos irremediablemente viejos con el tiempo,
es ley de vida, y el tiempo no pasa en balde, tarde o temprano nos pasará
factura, si no nos la ha pasado ya.
Pero
lo que aquí quiero exponer es algo que va más allá de lo físico, y se refiere a
la aceptación de la vejez, momento en el cual ya no podemos seguir desempeñando
las mismas actividades con el mismo vigor o, incluso, las tenemos vedadas para
siempre por culpa de los achaques, entre los cuales está la limitación de la
movilidad.
Sé
de personas que, llegado ese, llamémosle, trance, no solo se agobian, sino que
se deprimen. Una cosa es ser viejo y otra es sentirse realmente viejo.
Esta
situación es la peor imaginable, pues en lugar de aceptar lo irremediable con
filosofía, y aprovechar lo que todavía podemos hacer con satisfacción, quien se
siente un viejo inútil vivirá amargado el resto de su vida, y se la amargará a
sus seres queridos. Y es que hay quienes siempre ven el vaso medio vacío y
otros, los más afortunados, medio lleno. Lo único que puede dar al traste con
toda posibilidad de optimismo ante la vejez es la soledad. Vejez, enfermedad y
soledad es una combinación perversa que hace que quien la padece desee acabar
sus días lo antes posible.
Hay
muchos libros de autoayuda sobre cómo envejecer bien, pero me temo que están
escritos por psicólogos y médicos jóvenes, lo cual resta, a mi entender,
objetividad, pero, aun así, pueden ser de utilidad para quienes temen llegar a ser
unos viejos inútiles. Yo leí uno hace unos pocos años y no me aportó nada nuevo
a lo que ya sabía e imaginaba, quizá porque ya estaba mentalizado para lo que
se me venía encima, lo que no significa que vea la vejez con simpatía.
En
fitoterapia (tratamiento farmacológico con plantas y extractos vegetales) se
deja claro que lo natural no tiene porqué ser sano —hay plantas altamente
tóxicas—. Pues del mismo modo, el envejecimiento, aun siendo natural, tampoco
podemos afirmar que sea sano, pero, por lo menos, podemos hacer que sea
tolerable.
Como
dijo el escritor y físico alemán, Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799), Nada
nos hace envejecer con más rapidez que el pensar incesantemente en que nos
hacemos viejos. Y eso que este científico no llegó a los sesenta años. Pero
si tenemos en cuenta la esperanza de vida en el siglo XVIII, llegó a viejo, lo
que ignoro es en qué condiciones. Espero que se aplicara su propia máxima.
Vivir
es envejecer, y vivir bien debe implicar envejecer bien. Parafraseando a
Descartes, yo diría “envejezco, luego existo”.
Creo que has dado con la clave cuando te refieres a la aceptación. La vejez o el envejecer es un proceso natural y se puede llevar de manera normal. Y bueno, por una parte el envejecer no está exento de poder cuidarse la piel, llevar una buena alimentación y hacer un poco de ejercicio físico para también estar contentos con nuestra apariencia. La tendencia es hacia una longevidad cada vez más larga así que se podría decir que con 60 años una persona es todavía joven.
ResponderEliminarAceptar, en casi todo en la vida, te acerca algo más a la felicidad.
Abrazos, Josep.
Por supuesto que hacerse viejo no excluye el cuidado externo, incluso una cierta coquetería, je, je.
EliminarLo más triste para mí es ver cómo uno se va despidiendo de cosas y lugares que sabe que ya no volverá a hacer o a ver. Y eso también hay que saber aceptarlo y disfrutar de lo que todavía se puede hacer y ver.
Un abrazo, Miguel.
Creo que lo único que podemos hacer al respecto, es seguir con nuestra vida, día a día, sin dejar de hacer actividades, por considerar que ya no tenemos edad para ellas, tenemos la que tenemos y si no podemos, cambiamos de actividad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Esa es la mejor forma de obrar, es decir no apurarse demasiado al ver lo que no podemos hacer como antes y dedicar más tiempo a lo que sí se nos es permitido físicamente. Otra cosa muy distinta y más grave es la pérdida de la memoria.
EliminarUn abrazo.
En la última frase que recoges en tu escrito, parafraseando a Descartes, está el quid de la cuestión. Como decía Sainte-Beuve «Envejecer es todavía el único medio que se ha encontrado para vivir mucho tiempo» . Efectivamente, la alternativa no resulta atractiva.
ResponderEliminarTengo una sensata cita de Dalí que me gusta mucho: «Muchas personas no cumplen los ochenta porque intentan durante demasiado tiempo quedarse en los cuarenta» .
Un abrazo.
Encontraríamos muchas frases de este tipo y todas muy acertadas. La vida transcurre como en un viaje y nosotros no podemos apearnos donde nos dé la gana, tenemos que seguir subidos en el tren hasta la parada final, nos guste o no.
EliminarUn abrazo.
No, la vejez no es nada sana, fíjate si será insana que termina matando. A mí nunca me han preocupado las arrugas. Creo que lo que me agobia no es la vejez sino la cercanía de la muerte que supone y es que morir es un hecho con el que no me he hecho a la idea. O me he hecho demasiado a la idea y desde muy pronto pues a los veinte años ya tenía mis problemas al respecto.
ResponderEliminarPor otra parte, y casi en contradicción con lo anterior, a veces me pregunto si merece la pena aumentar tanto la esperanza de vida. Veo ancianos que resisten como vegetales, llenos de achaques, sin control de esfínteres, andando en silla de ruedas o con andador, un día y otro día... Eso por no hablar de las enfermedades con deterioro cognitivo. Cuando la gente se moría a los setenta no había Alzheimer.
Como ves, le doy vueltas al tema.
Un beso.
Del mismo modo que se dice que la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo, también podríamos decir algo parecido de la vejez, pero en lugar de curarse, se acaba. Humor negro que no falte, je, je.
EliminarYo empecé a tomar conciencia de lo que significa la muerte a mis 14 años recién cumplidos, con la muerte en casa de mi abuela paterna, que vivía con nosotros. Y desde entonces, pensaba en la muerte de vez en cuando, pero jamás como ahora, está claro, que ya veo las orejas al lobo.
Yo también creo que, llegado a un estado vegetativo, no tiene sentido seguir viviendo, si es que eso se puede llamar vida. Y lo pienso cada vez que visito a mi suegra, con 94 años de edad, en la residencia geriátrica en la que vegeta afectada de Alsheimer avanzado y sin apenas vista ni oído.
Cuando pienso en mi muerte, preferiría ser creyente, pues se me antoja muy difícil pensar en la nada y que todo se acaba ahí. Dejar de existir me resulta impensable y, como todo mortal, deseo que cuando llegue ese trance no me entere, que me acueste y ya no despierte. Pero, por desgracia, no podemos elegir ni el cuándo ni el cómo. Así que a vivir, que son dos días.
Como ves, yo también le doy vueltas al tema de marras, je, je.
Un beso.
Josep. Permíteme frivolizar un poco el tema y traerte a colación a Madonna. Qué presión más angustiante deben sentir estas celebridades de Hollywood. Porque es algo, tengo la sensación, que se ve y está más concentrado (o extendido) entre esas celebridades gringas, antes que en las figuras de la farándula chica de cada país. En Chile, muchos famosillos reconocen haberse hecho algún "arreglito". Pero el fenómeno de "castigar" o perder vigencia por algo tan natural como envejecer, es algo que veo palpitar en la idiosincrasia hollywoodense. Hay cantantes, actrices y actores que me hubiera gustado verlos envejecer de forma natural, pero es que también consideremos cuántos de ellos y precisamente en su juventud se reventaron de fiesta en fiesta. Abusaron de su cuerpo y cuando empiezan a madurar en serio, les viene la urgencia por arreglar con cirugías lo que espiritualmente ya está arruinado (como es adentro es afuera). Ya no pueden envejecer con dignidad pues cuando eran "más jóvenes" no se trataron el cuerpo con respeto.
ResponderEliminarY sobre Madonna, leí que ha dicho que ella se ha pronunciado contra el edadismo y afirmó que "no tiene edad", sino "todas las edades"... Edadismo, primera vez que leo esa palabra... Y continuó: "No se trata de quién soy, se trata de cuántas soy. Quien quiera saber mi edad, no debe contar mis años, debe contar mis logros".
Por supuesto que Madonna está hecha mierda.
De las pocas que creo que envejeció bien, a pesar de haberse hecho unos retoques, que es evidente, es Olivia Newton-John. Y no lo digo porque sea uno de mis amores platónicos, claro que no jeje (Esté donde esté, que la belleza sea con ella).
Va otro abrazo.
Saludos, Josep Mª.
ResponderEliminarHay muchas maneras de envejecer. Cada uno de nosotros tiene la suya propia. Y en esto sí que no creo que haya lugar para la extrapolación, pues mi experiencia vital no tiene porqué ser la misma que la de otros u otras, y viceversa. Dicho esto, y asumiendo el hecho de que el envejecimiento físico es algo inexorable, en lo que sí podemos "retrasar" el envejecimiento es en lo mental o espiritual. Mi mente, por ejemplo, sigue siendo joven, pues mi curiosidad y mis ganas de conocer y descubrir sigue siendo la de un chaval, lo cual rejuvenece mi espíritu. Tengo tantos libros por leer, tantas películas por ver y tantos grupos y discos por descubrir que necesitaría tres vidas para satisfacer mi curiosidad. Así que, al menos en lo mental y espiritual, parafraseando a mi admirado Paco Martínez Soria "¡Estoy hecho un chaval!". : )
Un abrazo, Josep Mª.
Malo es envejecer, pero al alternativa es peor.
ResponderEliminarA mis alumnos les digo que el envejecimiento comienza cuando el organismo no es capaz de reparar el deterioro propio del "uso" y de los años, es decir, cuando la homeostasis no ajusta los desequilibrios.
Como bien comentas, esa vejez es diferente a la que uno siente. En cualquier caso, tener setenta años no es igual que hace dos siglos, ni siquiera que hace cincuenta años. La medicina ha avanzado mucho, nos cuidamos más, pero también tenemos otra mentalidad, somos más activos, nos embarcamos en actividades que anteriormente estaban "pensadas" para gente más joven.
Yo me deprimo mucho cuando veo la imagen actual de algún famoso del que no sé nada desde hace años y del que guardaba la presencia que tenía antes. Cuando veo el cambio me asombro y, lo peor, pienso que esos años que por esa persona han pasado cruelmente también han pasado por mí...
Un besote.