martes, 29 de octubre de 2024

La fábrica del terror

 


El domingo día 13 y el lunes 14 de este mes de octubre, el programa de La Sexta, Salvados, emitió un reportaje, presentado por el periodista Fernández González (Gonzo) y dividido en dos partes, titulado “Las redes sociales: la fábrica del terror”. Y realmente me resultó terrible lo que vi y oí.

Todos sabemos lo peligrosas que pueden ser las redes sociales en manos de desaprensivos, que las usan con fines que muchas veces se pueden calificar de delictivos. Pero nunca me había imaginado que una red social como Facebook pudiera albergar una cantidad ingente de horrores con la connivencia de su fundador, Mark Zuckerberg.

En la Parte I del documental, Arturo Béjar, un ingeniero y ex directivo de Facebook, reveló los secretos más oscuros de esta plataforma, que, junto a Instagram y WhatsApp, conforma el Grupo Meta.

Este ex directivo, a lo largo de la entrevista, fue detallando cómo esa empresa tecnológica ignoró los daños que producía a sus usuarios y que acabó obligando a Mark Zuckerberg a comparecer ante el Senado de los EEUU y pedir disculpas públicas, asegurando (falsamente, como luego se vio) que se estaban tomando medidas de control para evitar dichos daños.

Béjar fue, precisamente, contratado por Zuckerberg para diseñar las herramientas de protección al usuario de Facebook. Pero, tras comprobar que la empresa ignoraba, a pesar de sus informes y recomendaciones, los perjuicios que Meta provocaba en los usuarios, el ex directivo decidió contar lo que sabía y podía demostrar. Este hecho y el descubrimiento del uso indebido de los datos de 87 millones de usuarios, hizo que Zuckerberg tuviera que declarar ante una comisión del Senado de los EEUU, presidida por el senador Dick Durin, viéndose obligado a pedir perdón a las víctimas de sus redes sociales.

En la Parte II del documental se mostró el infierno al que se enfrentan lo/as moderadore/as de contenido contratados por Telus International, una empresa canadiense subcontratada por Meta, que deben visualizar durante una jornada laboral interminable aproximadamente 800 vídeos y fotografías que circulan por esas redes y cuyo contenido, que se reveló en el programa, me puso los pelos de punta.

Son miles los moderadores que trabajan a diario frente a un ordenador para que, cuando los usuarios entremos en una de esas redes, no tengamos que ver lo más perverso, violento y obsceno que se publica y que jamás creeríamos posible.

Estos trabajadores tienen que firmar un acuerdo de confidencialidad al ser contratados, de modo que no puedan ser identificados. Aun así, en el programa participaron dos de incógnito, sin mostrar su rostro y con una voz distorsionada, pues quisieron contar lo que han vivido y que les ha cambiado para siempre, necesitando ayuda psicológica por el trauma sufrido por su trabajo.

El testimonio de Vanessa y Carmen, los nombres ficticios de las dos moderadoras de contenido que accedieron a participar en el programa, confirmó lo que Béjar denunciaba en el primer episodio de esta serie: la protección del usuario pasó de ser una prioridad a convertirse en un obstáculo para ganar más dinero.

En las visualizaciones a las que estaban sometidas esas dos jóvenes se podían ver decapitaciones, pornografía infantil, violaciones en directo, mutilaciones, torturas y suicidios de adolescentes, entre otras atrocidades, una forma, según calificaron, de ver “el mal encarnado en las redes”.

Si en un principio, cuando estos controladores veían algo susceptible de ser censurado —calificaban en tres los grados de gravedad— lo reportaban a un nivel superior que decidía si eliminar el contenido de la plataforma, al final ese examen se volvió mucho más laxo y tolerante, porque, según manifestaron, se valoraba muchísimo más el número de visualizaciones que su efecto nocivo. Obviamente, ello contradice por completo las palabras de Zuckenberg al prometer públicamente que haría todo lo posible para evitar a los usuarios de cualquiera de las plataformas de Meta un daño moral y psicológico.

Siempre me pregunto para qué sirven las comisiones de investigación si nunca, o casi nunca, se llega a aclarar lo investigado y, por lo tanto, a sancionar al supuesto delincuente, que siempre, o casi siempre, se libra de toda responsabilidad.

En el mencionado programa de La Sexta, no quedó claro qué ocurrirá en lo sucesivo con estas redes sociales tan frecuentadas por nuestros jóvenes (y no tan jóvenes) y cuyo contenido, en muchos casos, absorbe la mente de muchos seguidores, que caen en la red de infuencers y demás desaprensivos, cuya influencia puede llegar a ser muy perniciosa. Pero lo más preocupante es que puedan seguir difundiéndose fotos y vídeos como los que produce esa “fábrica de terror” y que pueden escapar al control de los sufridos vigilantes y al cribaje y decisión final de los que dicen actuar de protectores de la salud mental de sus usuarios, pero que solo les mueve un interés económico.

Las autoridades deberían llevar a cabo un control mucho más férreo de esas prácticas, pero ¿quién controla al controlador?

 

lunes, 21 de octubre de 2024

¿Qué es arte?

 


¿Qué se considera arte? Interesante y compleja pregunta, que puede dar lugar a una gran divergencia de opiniones.

De entre las definiciones que he hallado destacaría las siguientes:

-        Es la manifestación o expresión de cualquier actividad creativa y estética por parte de los seres humanos, donde plasman sus emociones, sentimientos y percepciones sobre la realidad o lo que imaginan con fines estéticos y simbólicos, utilizando diferentes recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.

-        Es una manera única de expresar sentimientos y emociones. Un medio en el que todo está bien, no hay reglas ni limitantes, no hay métodos correctos o incorrectos, porque simplemente es arte.

Según estas definiciones, pues, arte puede ser cualquier cosa producida por alguien considerado artista. Dicho de otro modo: un artista es aquel que produce lo que le viene en gana en base a una idea, sea o no descabellada para un observador.

Entiendo y acepto que cada uno vea una obra de un pintor o escultor con distintos ojos, y lo que a uno le parece una maravilla, a otro le puede parecer una mamarrachada.

Recuerdo los comentarios negativos que recibió la mascota olímpica de Barcelona 1992, el famoso Cobi, obra del diseñador valenciano Javier Mariscal, y que con el tiempo acabó siendo, no solo aceptada sino aplaudida por los que antes la denostaban. Y así podríamos relatar numerosos casos de dibujos, carteles, posters y cuadros que han sido y son objeto de burla a pesar de que sus autores son artistas consagrados.

Y yo me pregunto si el Ecce Homo de Borja, restaurado por la bienintencionada feligresa Cecilia Giménez, puede también considerarse una obra de arte, pues cumple con cualquiera de las dos definiciones anteriormente aportadas. En este caso, sin embargo, podemos alegar que no se trata de una obra original sino, como he dicho, de una restauración de una obra primitiva dañada por el paso del tiempo y, por lo tanto, lo criticable sería no haber sabido reproducir aquel original de una forma mucho más aceptable.

Pero si obviamos esta anécdota, también hay casos de reproducciones en cera, en bronce o en cualquier material plástico, de un personaje famoso, que pueden considerarse realmente grotescas, cuyo parecido con el modelo es pura coincidencia.

Yo no soy un entendido en arte y, por lo tanto, no me atrevo a criticar ciertas obras expuestas en museos, aunque en algunos casos lo que ven mis ojos me lleva a conjeturar que, o soy un ignorante redomado, o estoy ante una burla que solo un iluminado sabe apreciar y entender.

Pero dejémonos de circunloquios innecesarios que no nos llevarían a ninguna parte, ya que, como bien dice la sabiduría popular, para gustos los colores.

Lo que me ha llevado a publicar esta entrada y que abunda en la consideración de lo que es y no es arte, es el cartel conmemorativo del 125o aniversario del FC Barcelona, realizado por el artista mallorquín Miquel Barceló, definido por los entendidos como un pintor próximo al neoexpresionismo, y entre sus obras más destacadas está el cuadro Faena de muleta, que fue subastado en 2011 por 4,4 millones de euros. En el cartel al que aquí hago referencia figura un jugador vestido con los colores del club blaugrana que, según el autor, representa, entre otros aspectos (a saber cuáles), el sistema de juego propio de club (¿?).

La verdad es que no entiendo la satisfacción con la que el presidente del Barça, Joan Laporta, y sus directivos, han recibido esa representación tan... neoexpresionista de la mano de ese afamado pintor. Yo he quedado anonadado, pues sin ser un culé empedernido, siento una admiración y cariño, desde niño, por el club de mi ciudad y de mi familia y al que siempre he seguido con interés y respeto, tanto en sus mejores momentos como en los peores. Pero ver esa “expresión artística” del pintor mallorquín en un cartel que conmemora un siglo y cuarto de historia del FCB, me ha producido unos retortijones mentales que todavía me asaltan cada vez que lo contemplo.

Desde luego, ateniéndome al hecho de que «en el arte no hay reglas ni limitantes, ni métodos correctos o incorrectos y que el artista lo que hace es expresar sus emociones, sentimientos y percepciones sobre la realidad», pues entonces no me queda más remedio que claudicar y darme por satisfecho —acepto pulpo como animal de compañía— muy a mi pesar.

No sé cuáles han sido esos sentimientos y percepciones sobre la realidad de Miquel Barceló a la hora de concebir esta obra magna, ni tampoco sé si alguno de los jugadores, actuales y pasados, del FCB se verán representados en ella, pero tengo serias dudas.

Y para muestra, un botón: