El domingo día 13 y el lunes
14 de este mes de octubre, el programa de La Sexta, Salvados, emitió un
reportaje, presentado por el periodista Fernández González (Gonzo) y dividido
en dos partes, titulado “Las redes sociales: la fábrica del terror”. Y
realmente me resultó terrible lo que vi y oí.
Todos sabemos lo peligrosas
que pueden ser las redes sociales en manos de desaprensivos, que las usan con
fines que muchas veces se pueden calificar de delictivos. Pero nunca me había
imaginado que una red social como Facebook pudiera albergar una cantidad
ingente de horrores con la connivencia de su fundador, Mark Zuckerberg.
En la Parte I del documental,
Arturo Béjar, un ingeniero y ex directivo de Facebook, reveló los secretos más
oscuros de esta plataforma, que, junto a Instagram y WhatsApp, conforma el
Grupo Meta.
Este ex directivo, a lo largo
de la entrevista, fue detallando cómo esa empresa tecnológica ignoró los daños que
producía a sus usuarios y que acabó obligando a Mark Zuckerberg a comparecer
ante el Senado de los EEUU y pedir disculpas públicas, asegurando (falsamente,
como luego se vio) que se estaban tomando medidas de control para evitar dichos
daños.
Béjar fue, precisamente,
contratado por Zuckerberg para diseñar las herramientas de protección al
usuario de Facebook. Pero, tras comprobar que la empresa ignoraba, a pesar de
sus informes y recomendaciones, los perjuicios que Meta provocaba en los
usuarios, el ex directivo decidió contar lo que sabía y podía demostrar. Este
hecho y el descubrimiento del uso indebido de los datos de 87 millones de
usuarios, hizo que Zuckerberg tuviera que declarar ante una comisión del Senado
de los EEUU, presidida por el senador Dick Durin, viéndose obligado a pedir
perdón a las víctimas de sus redes sociales.
En la Parte II del documental se
mostró el infierno al que se enfrentan lo/as moderadore/as de contenido
contratados por Telus International, una empresa canadiense subcontratada por
Meta, que deben visualizar durante una jornada laboral interminable
aproximadamente 800 vídeos y fotografías que circulan por esas redes y cuyo
contenido, que se reveló en el programa, me puso los pelos de punta.
Son miles los moderadores que
trabajan a diario frente a un ordenador para que, cuando los usuarios entremos
en una de esas redes, no tengamos que ver lo más perverso, violento y obsceno
que se publica y que jamás creeríamos posible.
Estos trabajadores tienen que
firmar un acuerdo de confidencialidad al ser contratados, de modo que no puedan
ser identificados. Aun así, en el programa participaron dos de incógnito, sin
mostrar su rostro y con una voz distorsionada, pues quisieron contar lo que han
vivido y que les ha cambiado para siempre, necesitando ayuda psicológica por el
trauma sufrido por su trabajo.
El testimonio de Vanessa y
Carmen, los nombres ficticios de las dos moderadoras de contenido que
accedieron a participar en el programa, confirmó lo que Béjar denunciaba en el
primer episodio de esta serie: la protección del usuario pasó de ser una
prioridad a convertirse en un obstáculo para ganar más dinero.
En las visualizaciones a las
que estaban sometidas esas dos jóvenes se podían ver decapitaciones,
pornografía infantil, violaciones en directo, mutilaciones, torturas y
suicidios de adolescentes, entre otras atrocidades, una forma, según calificaron,
de ver “el mal encarnado en las redes”.
Si en un principio, cuando estos
controladores veían algo susceptible de ser censurado —calificaban en tres los
grados de gravedad— lo reportaban a un nivel superior que decidía si eliminar
el contenido de la plataforma, al final ese examen se volvió mucho más laxo y
tolerante, porque, según manifestaron, se valoraba muchísimo más el número de
visualizaciones que su efecto nocivo. Obviamente, ello contradice por completo
las palabras de Zuckenberg al prometer públicamente que haría todo lo posible
para evitar a los usuarios de cualquiera de las plataformas de Meta un daño
moral y psicológico.
Siempre me pregunto para qué
sirven las comisiones de investigación si nunca, o casi nunca, se llega a
aclarar lo investigado y, por lo tanto, a sancionar al supuesto delincuente,
que siempre, o casi siempre, se libra de toda responsabilidad.
En el mencionado programa de
La Sexta, no quedó claro qué ocurrirá en lo sucesivo con estas redes sociales
tan frecuentadas por nuestros jóvenes (y no tan jóvenes) y cuyo contenido, en
muchos casos, absorbe la mente de muchos seguidores, que caen en la red de
infuencers y demás desaprensivos, cuya influencia puede llegar a ser muy perniciosa.
Pero lo más preocupante es que puedan seguir difundiéndose fotos y vídeos como
los que produce esa “fábrica de terror” y que pueden escapar al control de los
sufridos vigilantes y al cribaje y decisión final de los que dicen actuar de
protectores de la salud mental de sus usuarios, pero que solo les mueve un
interés económico.
Las autoridades deberían
llevar a cabo un control mucho más férreo de esas prácticas, pero ¿quién controla
al controlador?