Nunca me he atrevido a hacer una reseña ni una crítica literaria. Para lo primero hay que tener dotes y para lo segundo conocimientos, y no creo poseer ninguna de las dos cosas. Hay quien lo hace muy bien, así que prefiero dejarles a ello/as este cometido.
Lo que aquí expongo es producto de una pequeña guerra que se libra hace tiempo en mi interior con respecto a muchos de los relatos que he leído, de modo que no he podido resistirme a la tentación de dar mi humilde opinión sobre las últimas lecturas, especialmente por el impacto que me han producido.
A la dificultosa labor de síntesis que requiere este género literario hay que añadir la del mensaje y el factor sorpresa que este tipo de textos suele contener. Claro que hay relatos con el final abierto, del que tanto gustan algunos autores (yo mismo lo he practicado en alguna ocasión), dejando al lector la tarea de especular sobre su interpretación y desenlace.
Desde que tomé gusto por este género, he compaginado la lectura de novelas con la de recopilaciones de relatos que me sirvieran como fuente de inspiración (no en el fondo sino en la forma) y referencia.
Por poner unos ejemplos citaré las siguientes publicaciones: “Nocturnos”, de John Connolly, “De qué hablamos cuando hablamos de amor”, de Raymond Carver, “Besos en el pan”, de Almudena Grandes, “Cuentos de terror de los objetos malditos”, de Chris Priestley, David Roberts y Alexandre Vázquez, “Cuentos completos”, de Edgar Allan Poe, “Cuentos y relatos”, de Frank Kafka, y, la última de mis lecturas, “Cuentos breves para leer en el bus” (véase la ilustración), una recopilación de veinte relatos de sendos afamados autores de finales del siglo XIX y principios del XX.
Decir que entre los cuentos de un mismo autor los hay que me han agradado mucho más que otros sería una obviedad –rayando la perogrullada- totalmente subjetiva; afirmar que hay cuentos de autores célebres que me han decepcionado, casi otro tanto (sobre gustos…); pero lo que me ha movido a escribir estas líneas no es, como he insinuado al principio, hacer una crítica literaria de estas obras ni de este género, que tanto me atrae, sino algo mucho más delicado y que quizás haga que algún/a lector/a se rasgue las vestiduras.
Pero voy a arriesgarme a ser tachado de ignorante (de paso confesaré otro de los pecados mortales de mi ignorancia, en este caso musical: no me gusta la ópera) y diré que hay relatos que aun habiendo salido de plumas exquisitas y célebres, habiendo pasado a engrosar la lista de obras de la literatura universal, a mi juicio son mediocres y anodinos. ¿Quizá los escribieron en horas bajas? Relatos éstos que tras su paciente y expectante lectura uno se queda con cara de póquer, preguntándose: “¿qué?”, “¿cómo?”, “¿ya está?”, ¿y…? Y no me refiero a que tengan un final abierto sino a que no has entendido ni jota. Es algo parecido a lo que me ocurre ante algunas –he dicho algunas, ¿de acuerdo?- obras de arte abstracto que, por mucho que me las mire desde todos los ángulos posibles, no sé interpretarlas y mucho menos hallar su mérito. Quizá los autores (los que estén vivos, claro) o algún crítico literario que leyera esta entrada (cosa que dudo) me enmendarían la plana y darían respuesta a mi duda existencial. De momento sigo en la inopia.
Creo fervientemente que el relato no es un género menor, simplemente es distinto a la novela en muchos aspectos, pero debe tener en común con ésta una introducción, un nudo y un desenlace. Cuanta más intensidad y tensión contenga un relato, más se espera del desenlace y éste no puede dejar indiferente al lector, que es lo que me ha ocurrido en muchos de estos casos que he mencionado.
Si tomáramos este post como si de un cuento se tratara –que no lo es-, la moraleja que yo extraería sería la siguiente: que entre los grandes siempre puede hallarse la mediocridad y entre los mediocres siempre puede aparecer una genialidad.
Y dicho esto, voy a continuar con un relato que tengo entre manos y que no veo el modo de terminarlo. Quizá lo deje abierto y así evitaré tener que romperme la cabeza ideando un final convincente que supere todo escrutinio. No, mejor será que lo trabaje un poco más, no sea que el día de mañana, cuando pase a la posteridad, sea tachado de autor mediocre por algún bloguero ocioso y sin escrúpulos.
Qué buen final has escrito Josep.
ResponderEliminarCreo que a veces se concede a los nombres más valor del que tienen y por eso, el que un relato tenga el nombre de alguien encumbrado hace que le demos un peso específico.
Creo que es muy bueno dudar y decir que para nosotros algo no ha sido bueno así lo haya hecho tal o cuál genio.
Un gusto pasar. Abrazo.
Cierto, Gildardo, muchas veces nos dejamos arrastrar por la fama o popularidad de autores consagrados sin reparar que también ellos pueden crear obras de dudosa calidad.
EliminarMuchas gracias por pasar y dejar tu comentario.
Un abrazo.
Estupenda reflexión. Si existe un cuento clásico que, hoy día, tenga una vigencia máxima ese es, para mí, El traje del emperador. Como aquel traje invisible pero que todos alababan para no ser tachados de ignorantes o botarates, en la actualidad existen determinados "trajes" a los que criticar podría ser tachado de herejía o simple bajeza intelectual. En mi caso, hay autores como Lovecraft, ahora tan de moda, que me resulta empalagoso, recargado, con una narrativa que pretende dar tanto miedo que creo que ha quedado desfasada... De otros, aún más reconocidos y sagrados, reconozco que los leo a cuenta gotas, intentando darles otra oportunidad cada cierto tiempo, pero casi siempre con el mismo resultado: indiferencia (estos me los callo para no ser incluido en listas negras, je,je,je). Saludos! Me voy para tu otro blog...
ResponderEliminarHola David. Sí, conozco ese cuento y tiene una gran moraleja: muchas veces, para no parecer ignorantes o simplemente distintos a los demás, nos dejamos llevar por la opinión mayoritaria, otorgándoles el poder de la razón. Si todos lo dicen será verdad.
ResponderEliminarAhora que lo mencionas, creo que volveré a leer a Lovecraft. En mi adolescencia era mi autor de terror favorito, pero quién sabe ahora. No es la primera vez que al releer un autor o una obra que en su día me gustó mucho, la veo con otros ojos y descubro una mediocridad que no había percibido. Creo que cuanto más lees, más exigente te vuelves.
Muchas gracias por opinar.
Un abrazo.
Que razón tienes es tu escrito porque dices que no es un relato. Pues en esta frase que dices me parece que si. Me fijé en esta frase que dices: Si tomáramos este post como si de un cuento se tratara –que no lo es-, la moraleja que yo extraería sería la siguiente: que entre los grandes siempre puede hallarse la mediocridad y entre los mediocres siempre puede aparecer una genialidad. algunos autores célebres no es que sean buenos a veces lo venden por su firma. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias, María del Carmen, por pasarte por aquí y dejar tu amable opinión. La verdad es que a veces los más eminentes escritores pueden bajar -a mi juicio- al averno de la calidad literaria, mientras que otros, muchísimo menos conocidos pero brillantes, se mueren de pena y son condenados al ostracismo literario.
EliminarUn abrazo.
Tu eres de los brillantes. Un abrazo
EliminarA mí, generalmente, los relatos me dejan un gusto agridulce. Aunque yo soy amiga de resumir siempre que escribo (una reseña, incluso una historia) me gusta leer historias más largas. Tampoco es que sea amante de los "tochos", porque en la mayoría de estos casos sobran muchas páginas. Creo que en el equilibrio está la virtud.
ResponderEliminarEl problema de algunos relatos cortos (para mí, la mayoría) es que no me da tiempo a implicarme en la trama, es como si pasara fugazmente por la vida de los personajes. De todas formas, si es bueno el escritor, da igual lo que poco o mucho que se extienda.
Respecto a la calidad de algunas plumas de renombre se podría decir eso de que "todo buen escribiente tiene un borrón".
Por cierto si quieres una lectura donde no se entiende ni jota (pero nada de nada) puedes leer (o mejor no) "El azar y la necesidad" (https://buscapina7.blogspot.com.es/2016/01/el-azar-y-la-necesidad.html) que está considerado como un clásico en algunos sectores.
Genial reflexión la tuya.
Un abrazo.
P.D. A mí tampoco me gusta la ópera.
Hola Kirke. Yo he sido siempre de términos medios (ni blanco ni negro) y en cuestión de longitud no me gustan los textos demasiado largos: ni las novelas kilométricas (que con cierta habilidad literaria podrían ver reducidas sus páginas de 1.000 a 400, por ejemplo, eliminando la paja del grano, ni los relatos innecesariamente largos ni demasiado cortos. El microrelato, por ejemplo, es una forma de resumir hasta la mínima expresión una historia y tiene su enjundia pues no es fácil decir algo con mensaje en 100 palabras. Para mí es más un ejercicio de prueba -hay concursos de este género- para comprobar hasta qué punto se puede transmitir una idea en pocas líneas. No es, ni mucho menos, mi género preferido. El summum de la brevedad (y del surrealismo) es el famosísimo microrelato de Augusto Monterroso: "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí", que ha hecho correr ríos de tinta.
Eliminar"El azar y la necesidad" lo leí cuando era estudiante de biología y me dejó con la sensación de ser un cretino mental y que nunca llegaría a ser nadie en el campo de a ciencia (y de hecho ha sido así pero quiero creer que por otras razones).
Me he dirigido a tu entrada sobre este libro y todavía me desternillo. Qué genialidad expresiva la tuya. Me recordaste a un servidor en sus buenos tiempos de estudiante y aplicado lector de textos filosóficos y científicos.
Muchas gracias por expresar tu opinión a este respecto.
Un abrazo de dinosaurio.
Muy buena reflexión Josep Mª, yo he descubierto el relato corto hace poco y lo cierto es que la conclusión a la que llego es que como casi todo depende del relato corto.
ResponderEliminarEs un género que con frecuencia se suele nombrar como menor al lado de sus hermanas las novelas, pero como lectora y también aficionada a la escritura creo que contar en pocas palabras una historia no es nada fácil, conseguir que te emocionen unas letras y sientas lo que sus protagonistas es igual o más difícil que en una novela, en la que juegas con ese encariñarte con los personajes.
Creo que como todo tiene su lugar, su momento y su historia. Hay relatos cortos de autores muy famosos que no me emocionan y en cambio hay relatos de gente desconocida que sí lo hacen, hay novelas que me emocionan y otras que no me dicen nada, ese conectar con los sentimientos me parece muy difícil y me parece que es el éxito, para mi, de que un relato, novela o lo que sea me guste.
Un abrazo y feliz fin de semana
Gracias, Conxita, por tu aportación.
ResponderEliminarYo creo que la novela viene a ser un macro-relato, un género cuya complejidad reside en un mayor número de personajes y sucesos que hay que ir "cuidando" y en saber mantener el clima a lo largo de toda la historia pues esta es mucho más prolongada y densa.
La originalidad debe ser la misma en un relato que en una novela pero la técnica es distinta, del mismo modo que lo es según el género (novela negra, romántica, histórica, etc.)
En cuanto a gustos y calidades, se puede decir aquello de "de todo hay en la viña del Señor".
Un abrazo y también te deseo un feliz fin de semana.
Siento no poder ayudarte para salir de tu inopia. Es más, te agradecería que si hallas la respuesta me la transmitas también a mí, je,je. Supongo que, como suele decirse, para gustos colores. A mí hay géneros literarios que directamente no logran atraparme, por bien argumentados y redactados que estén. Con respecto a autores, a veces las expectativas las ponemos tan elevadas que no podemos evitar darnos de bruces con algunos textos. Camelarse al lector es tremendamente complicado, e influyen muchos factores que hacen que nos sintamos o no protagonistas de la historia. Muy buena reflexión, compañero.
ResponderEliminarUn abrazo. =)
Pues seguiré en la inopia, qué le vamos a hacer, jeje
EliminarMuchas gracias, Soledad, por tu aportación a esta pequeña reflexión.
Un abrazo.
Como se suele decir en estos casos, yo no lo habría podido expresar mejor.
ResponderEliminarEl microrrelato es com una chispa, que salta haciendo chocar entre sí dos o más neuronas y, plas, salta la idea. Entonces ya es cuestión de saber prender el fuego y mantener la llama el tiempo suficiente para calentar al lector.
Muchas gracias, Julio David, por plasmar tu opinión al respecto.
Un micro-abrazo.