sábado, 16 de mayo de 2015

Encuentros en la primera fase


Quienes hayan asistido alguna vez a un encuentro de ex alumnos o ex compañeros de trabajo a los que hacía muchos años que no habían visto, desde que dejaron el colegio o abandonaron la empresa donde les conocieron, seguramente habrán pasado por lo mismo que yo.

Dice el refrán que cada uno cuenta la feria según le va. Pues a mí esta feria no me fue demasiado bien.

He asistido a varios encuentros, tanto con ex compañeros de clase como con ex compañero/as de trabajo. Varias décadas habían transcurrido entre la pérdida de contacto y el reencuentro y pude comprobar cómo el tiempo se encarga de defraudar las expectativas, sustituyéndolas por una buena dosis de desilusión. Muchos de mis temores iniciales, esos que hicieron mostrarme reacio a aceptar la invitación, se vieron confirmados en mayor o menor grado.

Con los ex compañeros de colegio, sentí la lejanía lógica que el tiempo había interpuesto entre aquellos chavales de dieciséis años y los casi cuarentones que, sentados alrededor de una larga mesa, intentaban en vano ponerse al día. Y tras el esfuerzo memorístico en torno a viejas anécdotas vino el vacío de la desconexión que el forzado interés por conocer detalles de sus vidas no logró subsanar. Y ese debió ser el sentir general. Prueba de ello es que, contrariamente a los propósitos formulados en voz alta a la despedida, no ha habido una segunda vez.

Con ex compañero/as de trabajo me he reencontrado muchas veces, pero han sido los encuentros “al por mayor”, esos organizados por un comité de antiguos empleados de la empresa, los que más desazón me han procurado. En los dos encuentros de este tipo a los que he asistido hasta el momento, sentí la calidez con la que algunos –normalmente los organizadores- intentaban avivar las relaciones enfriadas por los años de ausencia pero también la frialdad de aquellos –la mayoría- con quienes me unieron lazos poco sólidos. Lo peor de todo es cuando recibes esa temible y terrible pregunta “¿Y tú en qué departamento trabajabas?”, esa que demuestra la escasa o nula impronta que dejaste en personas con las que creíste haberte relacionado lo suficiente como para que, por lo menos, te ubicaran en un marco concreto. O ese comentario, “Tú eres…. Ahora no me acuerdo de tu nombre”, que suele significar “no tengo ni idea de quién eres”. ¿Fallo de la memoria o desconocimiento real? Me gustaría creer en la primera opción.

Y es que una empresa no es un colegio. No existe la complicidad propia de la infancia y adolescencia. En el colegio se hacen amigos; en las empresas, pocos son los amigos, bastantes –con suerte- los camaradas y muchos los compañeros ocasionales, de quita y pon.

Compañerismo no es sinónimo de amistad, especialmente en la convivencia laboral. Los avatares de la vida escolar no son comparables con los que se viven en una empresa, un lugar de paso, en la que la competitividad y el interés personal suelen estar por encima de la colaboración desinteresada.

Por otra parte, en un encuentro con ex alumnos no se invita habitualmente a los profesores, mientras que junto con los ex compañeros de trabajo sí están aquellos que ejercieron de superiores jerárquicos. Y todos sabemos que no se suele guardar muy buenos recuerdos de éstos.  Pero también están aquellos que, sin ser tus jefes directos, te las hicieron pasar canutas con su comportamiento altivo-agresivo y con los que, muy a tu pesar, tienes que compartir mesa y guardar la compostura.

Otro hecho que, por muy esperado nunca es suficientemente asimilado, es la doble constatación de cuán rápido ha pasado el tiempo y de cómo éste ha dejado una huella indeleble en nuestro cuerpo. Uno mismo se contempla en el espejo a diario y vive su transformación de forma paulatina. Solo cuando se ve en una foto antigua constata cuánto ha envejecido. Pues esos encuentros son como abrir un gran álbum de fotos de color sepia. Aquellos niños de tus recuerdos han transmutado en hombres con alguna que otra cana o una incipiente calvicie. Aquellas caras y cuerpos de mujeres y hombres de mediana edad están ahora repletas de surcos y el cabello –el de los hombres- totalmente encanecido o ausente y con algún que otro achaque propio de la senectud. 

Anticipando en cierto modo lo que habría de ocurrir, dudé sobre si dejarme seducir o no por la llamada nostálgica de quienes convocaron ese primer viaje en el tiempo. Pero no debí de ser el único en dudar. Salvo en la reunión de ex alumnos, a la que asistimos la inmensa mayoría de los antiguos compañeros de clase, a los encuentros con los ex compañeros de trabajo solo estuvimos presentes una pequeña parte de los empleados de la central. Este hecho motivó mi mayor decepción pues me privó de la compañía de aquellas personas con las que más deseaba encontrarme.

Para no sufrir una decepción en ese tipo de reuniones, solo se debería asistir si tenemos garantizado el éxito emocional, si sabemos a ciencia cierta que estaremos rodeados de los ex compañeros más allegados, con los que nos unía una mayor empatía, con los que teníamos algo, mucho o poco, en común.

Aún así, el paso del tiempo sigue mostrándose implacable para con las relaciones humanas. Por lo que sé, incluso los encuentros más exitosos, es decir con un mayor índice de entusiasmo y asistencia, se van desinflando con el tiempo, como los globos, poco a poco, hasta extinguirse. Supongo que ello se debe a que una vez satisfecha la curiosidad y la ilusión de esa primera fase del encuentro, aquélla desaparece y ésta se desvanece, debilitándose las ganas de repetir.

Pienso, pues, que aquí también puede aplicarse aquello de que más vale poco y bueno que mucho y malo, entendiendo por malo la falta de afectividad o apego. Estos sentimientos son lo más parecido a la amistad y son los que hacen deseable mantener el contacto. Yo prefiero sin duda las reuniones en petit comité, con un reducido y “selecto” número de compañero/as-camaradas-amigo/as, más que los encuentros multitudinarios y, hasta cierto punto, forzados.

De todos modos, ¿cuántos amigo/as y compañero/as se han ido quedando por el camino a pesar de la voluntad e intención de seguir en contacto? La vida enfría las relaciones con quienes no nos vemos con asiduidad. Si se quiere de verdad que haya más reencuentros, más fases, en la combinación a partes iguales de aprecio y voluntad está la clave.
 
 

6 comentarios:

  1. Saludos, Josep Mª. Estoy contigo en que la clave del éxito en este tipo de reencuentros radica en quién o quienes son los organizadores de los mismos. Yo mismo organicé junto con un amigo un encuentro de ex-alumnos de EGB cuando se cumplían diez años del último Fin de Curso juntos y fue algo emotivo, a la par que divertido. No asistieron muchos ex-compañeros, la verdad´sea dicha; algunos porque se les había perdido la pista completamente, otros porque tenían compromisos más importantes (maridos, mujeres, niños, etc...), y otros, los menos, porque simplemente no quisieron juntarse con el resto, ya que sus recuerdos diferían bastante de los míos en cuanto a la armonía que creí que había presidido aquellos tres años que pasamos juntos. Es curioso cómo la memoria a veces nos traiciona, y los recuerdos relativos a determinados momentos del pasado dependen muy mucho de las diferentes interpretaciones de quienes los protagonizaron.
    Después de aquel único encuentro no volvimos a encontrarnos en grupo, a pesar de las buenas intenciones de todos los presentes. Sí aisladamente y en momentos puntuales, casi por accidente. Y es que, como tú bien dices, a veces las buenas intenciones se deshinchan como un globo mal anudado.
    Un abrazo, Josep.

    ResponderEliminar
  2. Saludos, Pedro. Efectivamente, no todos somos observadores de la vida con el mismo criterio. Lo que unos hallaron divertido, a otros les pareció una "chorrada". En mi primer y único encuentro con los ex compañeros de bachillerato, me desilusionó saber que uno de los que fueron mis mejores amigos (23 años atrás!!!) había dicho que era absurdo ese reencuentro, que para qué lo habían organizado.
    Muchas gracias, una vez más, por compartir conmigo tu punto de vista.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Opino como tú y el que ha comentado primero. Esos encuentros no suelen tener continuidad porque ya no existe el vínculo y complicidad que había en los tiempos de estudiante. ¿Qué es lo que lleva a ese deseo de ver cómo es aquel de entonces?Creo que es una moda de hace unos años, tal vez influenciados por aquello de sumar "amigos" a nuestra agenda, influídos por las redes sociales.

    Aparte de esta opinión en cuanto al hecho, quiero decirte, Josep Mª, que me gusta tu forma de narrar y me ha resultado entretenido este relato.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. De todos modos, es triste comprobar cómo no es posible recuperar amistades perdidas. Cuando la relación se ha enfriado o cuando no hay voluntad por alguna de las dos partes, más vale dejar las cosas como estaban.
      Muchas gracias, Fanny, por venir a visitar este blog y dejar este amable comentario.
      Un abrazo.

      Eliminar
  4. Es cierto, para que un reencuentro de este tipo tenga éxito y produzca cierta emoción, tiene que ser con esas personas con las que se tuvo un vinculo especial por afinidad y se participó mano a mano, en los juegos o en los trabajos, sino como tu dices, es una reunión un tanto observativa que no lleva a ninguna emoción especial.
    De cualquier modo, estoy totalmente de acuerdo en que por muy bien te parezcan esas reuniones y disfrutes con ellas, al final se van diluyendo, y la verdad es una lástima. Cada vez nos metemos más en el cascaron de lo cotidiano, no sé, si por comodidad, o por falta de interés.
    Me encanto leer esta entrada, me ha hecho recordar, que también esos encuentros que tuve en su tiempo, se fueron dejando poco a poco.
    Un abrazo Josep.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es triste pero parece como si, para avanzar en la vida, tuviéramos que ir echando lastre por la borda y aligerar el cargamento de relaciones. Los amigos de verdad no se pierden tan fácilmente aunque alguno sí que se queda por el camino.
      Muchas gracias, Elda, por dejar tu comentario. Me gusta que a quien lea mis reflexiones sobre experiencias propias le sobrevengan sus propios recuerdos.
      Un abrazo.

      Eliminar