Correrían los años sesenta cuando alguien (no sabría decir el origen del notición) profetizó que estábamos a las puertas del fin del mundo, faltando escasos días para el temido juicio final. Un mal pensado anticlerical diría que fue obra de la Iglesia Católica que, en su afán de reconducir a las ovejas descarriadas, las puso a prueba, haciéndolas pasar por el filtro del sacramento de la penitencia.
Fuera como fuese, eran largas las colas frente a los confesionarios parroquiales, muchos los pecadores que limpiaban sus almas ante la inminente hecatombe que llevaría a los justos a la salvación y a los pecadores a la condenación eterna.
A mí, la idea, o mejor dicho la imagen del fin del mundo era del estilo de las películas de ciencia-ficción pero sin alienígenas atacando la tierra. Yo miraba al cielo por si el sol, la luna y las estrellas decidían posar juntos ante las miradas incrédulas y aterrorizadas de los pobres mortales. Andaba con tiento para detectar cualquier temblor a mis pies, por si, de repente, un seísmo de magnitud 7 en la escala Richter -o mayor, porque tratándose de algo sobrenatural seguro que tenía que ser incalculable- abría un enorme boquete y me engullía antes de que pudiera haber confesado mis pecadillos al cura párroco o al padre escolapio durante la confesión dominical en el colegio.
Por fortuna y a pesar de que en casa se vivía un ambiente católico, apostólico y romano, mis padres no dieron crédito al bulo (sabe más el diablo por viejo…), por lo que mi desasosiego inicial quedó rápidamente mitigado. En cuestión de semanas, transcurrido un tiempo prudencial de espera sin que nada apocalíptico ocurriera, volvió a reinar la calma y los confesionarios se vaciaron, retornando a la clientela habitual.
Desde entonces, han sido varias las alarmas, advertencias y premoniciones que han aventurado el finiquito de la vida en nuestro planeta poniéndole fecha de caducidad a corto plazo. Se ha aludido a Leonardo da Vinci, Nostradamus, Newton, Rasputín, y más recientemente a los Mayas; se ha hablado de profecías religiosas, bíblicas, profanas, de iluminados anónimos o de ilustres personajes; se pueden contabilizar por decenas las profecías que anunciaban y siguen anunciando el fin del mundo. Las causas también son diversas: unas científicas (climáticas, ecológicas, astrofísicas), otras bélicas (la tercera y definitiva guerra mundial) y otras divinas. Salvo la desertización y la hambruna consiguiente, todos los finales anunciados son más bien rápidos e inevitables.
Obviamente, no podemos evitar, hoy por hoy, la colisión de un gigantesco meteorito ni mucho menos la intervención divina, pero sí podemos eludir una confrontación bélica que desemboque en una guerra nuclear a gran escala o que nuestro planeta siga calentándose y perdiendo la enorme masa de hielo de los casquetes polares hasta que las aguas de nuestros océanos cubran gran parte de los continentes y el sol, la atmósfera y la lluvia, sea ácida o radiactiva, dejen de insuflar vida a los campos que se van empequeñeciendo y a las selvas que han iniciado la vía de la extinción.
Se habla de cambio climático y de bombas atómicas, se dice que hay que tomar medidas para restringir la contaminación y la emisión de CO2, se habla de desarme mientras se decide quién puede fabricar armas nucleares y quién no. Se habla, se dice y, mientras tanto, el tiempo pasa y los agoreros siguen anunciando el cataclismo final. ¿Qué podemos hacer ante ello? ¿Rezar? ¿Preparar nuestra alma para el más allá? ¿Resignarnos? ¿Quizá construirnos un bunker antiatómico, llenarlo de víveres, esperar a que el aire vuelva a ser respirable e inocuo o morir en el intento?
El fin de la vida en nuestro planeta no es una entelequia. Algún día, en un milenio venidero, la vida en la Tierra sucumbirá. Cuando el Sol agote el hidrógeno de su núcleo y se convierta en una estrella gigante roja, su diámetro sobrepasará al de la órbita de la Tierra y extinguirá toda forma de vida. Solo la mano ignorante y perversa del hombre puede adelantar esta exterminación.
Un día llegará el fin del mundo, al menos como lo conocemos. Pero ¿qué haríamos si supiéramos que el fin de nuestra civilización tendrá lugar de forma inminente? Supongo que algo parecido a lo que haríamos si alguien nos revelara el día de nuestra muerte. Algo parecido, quizá, a lo que haría quien acaba de ser diagnosticado de un cáncer terminal. Supongo, solo supongo, que, salvo quien se viera sumido en una profunda depresión paralizante, la mayoría intentaría aprovechar el poco tiempo que les queda para hacer lo que no pudieron hacer en toda su vida.
Vivamos, pues, como si tuviéramos el fin del mundo a la vuelta de la esquina. De este modo, si algún majadero, fanático e irresponsable, no atiende a razones, hace oídos sordos a la sabiduría y a la cordura dando al traste con este planeta, al menos podremos decir aquello de “que me quiten lo bailao”.
Efectivamente," que nos quiten lo bailao".
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, Josep.
Besos y felices días.
Hola Mcarmen. Me alegro que te haya gustado "mi fin del mundo".
EliminarHay que saber aprovechar el tiempo que tenemos por delante, así que disfruta de estos días de vacaciones..
Besos.
Estamos muy de acuerdo. Hay que vivir el día a día y no sólo por el fin del.mundo, sino porque nuestro fin puede llegar en cualquier momento y si no que se lo digan a los pasajeros del avión que se cayó hace unos días.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo único real es el presente. El pasado ya pasó y solo sirve para los recuerdos, y el futuro es tremendamente incierto. Así que Carpe Diem.
EliminarGracia María del Mar por leerme y dejar tu comentario.
Un abrazo.
Hola Josep. Hace un par de años -en 2012, creo- se hizo muy famosa cierta profecía Maya que auguraba que a finales de ese mismo año llegaría el tan cacareado Fin del Mundo. Yo, que aunque algo excéptico también me reconozco un poco cagón, llegué a creerme la teoría. ¿Y sabes lo que más temía?, pues que el Fin del Mundo llegase demasiado temprano. Odio madrugar.
ResponderEliminarUn abrazo, Josep. : )
Jaja. Siempre tan ocurrente y, sobre todo, práctico. A un amigo mío, cuando salía de casa, su madre siempre le decía que llevara la ropa interior limpia, por lo que pudiera pasar. Hay que estar siempre a punto de revista. Así que si nos tiene que pillar el fin del mundo que no nos pille confesados sino pasándolo bien.
EliminarUn abrazo apocalíptico.
Me ha encantado leer esta entrada Josep Mª. Por razones de edad no estuve en esa profecía de los sesenta, pero sí recuerdo algunas otras recientes y bueno, jaja, siempre me han parecido de risa, nunca hice caso a nada de eso, y además, no observé el mínimo síntoma de preocupación en la sociedad, aunque por cómo lo cuentas, aquélla de los sesenta debió hacer más mella en la gente. Yo recuerdo en concreto cuando llego el cambio de milenio, allá por el 99, a finales de año la gente hablaba de un tal efecto 2000, y si te digo la verdad, vi más alarma social con ese supuesto efecto que con los vaticinios de extinción del planeta recientes. No sé exactamente en qué consistía el citado efecto 2000, pero creo que había algo así como un apagón generalizado y los ordenadores se desprogramarían y yo no sé qué más. Recuerdo que yo iba a un gimnasio y el dueño compró no sé cuántas bombonas de butano para subsistir ante el inminente suceso. La verdad es que me hizo mucha gracia.
ResponderEliminarY no es que me tome a broma esto del fin del mundo, aunque sí los vaticinios sin argumento. Hablando de temas serios te doy mi sincera opinión. En ningún caso creo que el fin del mundo vaya a ser provocado por el envejecimiento solar. Creo que no vamos a llegar a eso, y digo más, ni tan siquiera creo que vayamos a cargarnos el planeta con la contaminación, creo que tampoco vamos a llegar a eso. No soy de los que le importa un pimiento la contaminación del planeta, ni mucho menos, creo que debemos actuar de forma sensata, tratando de hacer las cosas bien y cuidando no sólo el planeta, sino todo aquello que tenemos a nuestro alrededor y por lo que somos afortunados. Aunque bueno, tampoco me obsesiono por ello porque hay dos cosas que ocupan mi cabeza y que creo que son determinantes en ese sentido. En primer lugar el tema de las guerras. Quizás no suceda nunca, puede ser, pero la posibilidad está ahí, posible....es. Quizás haya formas de evitar las tentaciones pero nunca se llevarán a cabo. Y por otro lado... por otro lado pienso que tal vez ni tan siquiera vayamos a ver cómo una guerra nuclear acaba con el planeta, porque creo que la propia evolución del ser humano nos lleva a la autodestrucción (la guerra es una de las variantes en este pensamiento claro). Supongo que tiene solución, que hay forma de encarrilar esto y evitar las consecuencias, pero dudo que se haga. Yo vengo notando desde hace años una pérdida de valores y de respeto en las personas que me parece preocupante. Podemos hablar de síntomas concretos que se puede decir, bah, tampoco tiene tanta importancia, pero para mí sí la tiene, son síntomas de un movimiento mucho mayor, y sinceramente a veces creo que es producto de la evolución natural de la humanidad y otras veces pienso que podría tener solución. El caso es que conforme se avanza en muchos aspectos en la sociedad se van perdiendo una serie de valores que son muy importantes, más allá de lo bonito que pueda quedar la palabra escrita en un papel. Los niños cada vez tienen más preparación y menos educación, cada vez hay más precocidad en todo, las enfermedades mentales nos invaden, y los pensamientos y acciones anómalas y carentes de sensatez se extienden al grueso de la sociedad. La inseguridad es creciente, cada vez hay más descontrol en todo, tenemos tecnología mecánica, los aviones gastan menos y no fallan pero nosotros los estrellamos. Parece un dato fácil y oportunista pero es que eso ocurre cada vez en más aspectos de la vida. Las bandas terroristas cada vez más sangrientas y las mentes de las personas cada vez más frágiles, más vulnerables ante la manipulación y la hipnosis. Por otro lado, el sistema capitalista, al que he defendido en otras ocasiones de forma moderada por varios motivos, está llegando al rococó y será destruida por sus propios efectos. El "hombre light" llegó hace unos años y, sinceramente pienso que, aunque no estaré aquí para entonces...
tiende a la autodestrucción. Y yo creo que este hecho va a ocurrir antes que la destrucción del planeta por contaminación y por supuesto muchísimo antes que la destrucción por el envejecimiento solar.
ResponderEliminarCreo que estamos muy necesitados de una reorganización, de reflexión autocrítica y un profundo análisis de lo que está ocurriendo en el mundo. Suena un poco catastrofista mi discurso y no, no quiero tampoco pasarme en ese sentido, pero es la tendencia que veo en la actualidad. Quizás se deberían ir haciendo cosas para tratar de parar o aminorar esa inercia que llevamos, cosas individuales que poco a poco vayan conformando una nueva estructura, como por ejemplo que el sistema educativo no sea utilizado políticamente y no se cambie casi cada legislatura, pero bueno, ya esto es meterse en camisas de once varas.
Cuánta razón tienes con eso de vivir cada día como si fuera el último, no puedo estar más de acuerdo contigo.
Un abrazo
Cuánto me alegro, Geus, que mi relato-reflexión haya dado para tanto. Comparto totalmente tu punto de vista. Parece como si al criticar la merma de valores estuviéramos diciendo que todo tiempo pasado fue mejor, la típica cantinela del anciano conservador, peri sí es cierto que en muchas cosas estamos involucionando, y la cultura (en su más amplio sentido), la educación (igual) y otros muchos valores está dando pasos hacia atrás.
EliminarLo que has expuesto merecería un tratado y miles y miles de páginas dedicadas solamente a definir lo que se entiende por progreso y evolución, porque mientras la ciencia adelanta, andamos como los cangrejos en otros aspecto tanto o más importantes.
En fin, te agradezco que hayas dedicado tiempo y esfuerzo en plasmar aquí tu ideario.
La vida en nuestro planeta está en manos del HOMBRE, genéricamente hablando, pero nuestra vida, la de cada uno, solo es el resultado de nuestros actos individuales y para ser felices no necesitamos la intervención de nadie más.
Un abrazo.
Jaja, desde luego el tema daría para miles de páginas.
EliminarMuchas gracias a ti
Un abrazo
Hola Josep, me ha gustado tu reflexión, bien sabes ( mi novela trata este tema) que también yo temo por ese fatal destino, y no porque sea algo irreversible desde el punto de vista natural, sino por la mano del hombre, y, como tú, también abogo por disfrutar de cuanto nos rodea y saberlo valorar, cada día es un regalo. Un abrazo, amigo.
ResponderEliminarEl temor a dejar de existir, por el medio que sea, es algo consustancial con el ser humano y el tema del fin del mundo es algo recurrente tanto en nuestra vida cotidiana como en el cine y la literatura.
EliminarDisfrutemos de ese don extraordinario que es la vida, especialmente los que somos tan afortunados de poder vivirla con salud y dignidad, porque es demasiado corta para perder el tiempo en cosas superfluas y, peor aún, en peleas.
Un abrazo, amiga.
JOSEP Mª, planteas una buena reflexión, que encierra otra, ambas importantes. Primera, "el fin del mundo" y segunda, cómo afrontar individualmente ese probable fin del mundo. Sobre esto último, coincido contigo en que se debe disfrutar al máximo, cada cual según su concepto de disfrute, porque eso ya nadie podrá arrebatárnoslo. En cuanto al fin del mundo, ¡quién sabe!.Todo es finito y el hombre no es un elemento destructor con algunos de sus inventos mortales, como las bombas atómicas, pero cuando hablamos de destrucción del mundo, nos referimos al Planeta Tierra, y a la especie humana, pero esto no es todo el mundo. No se sabe qué otras formas de vida podrían darse.
ResponderEliminarPero, como la vida del individuo humano es corta, lo que nos preocupa es nuestro entorno, pero siendo objetivos, hemos de reconocer que existen seres vivos -bacterias, insectos,microorganismos- más resistentes que los humanos y que ni el mundo ni la vida se acaba con nosotros.
Buenas vacaciones.
Un abrazo.
He querido decir "el hombre ES un elemento destructor"
ResponderEliminarMuchas gracias, Fanny, por tus comentarios. Como supongo que no estaré aquí para verlo, me temo mucho que si dentro de otro milenio, la tierra dejara de ser habitable, los poderosos tratarían de escapar en busca de ortos planetas habitables, dejando a su merced al resto de la humanidad a la que han tenido sometida a su voluntad. Pero esto ya sería motivo de un relato de ciencia ficción. Pero como se dice que la realidad supera a la ficción...
EliminarUn abrazo.
P.D.- En efecto, los microorganismos, y especialmente los virus, son mucho más que el humano. Quién sabe si, cuando ya no quede vida animal ni vegetal en la Tierra, los únicos supervivientes sean el virus del SIDA, del Ébola, de la viruela...
En la postdata quería decir "mucho más resistentes que el ser humano". Parece ser que a los dos se nos ha colado un gazapo en nuestros comentarios, jeje
ResponderEliminarCreo que el mundo acabará cuando tenga que acabar. No tenemos que esperar a que nos digan que el mundo va a acabar, o que tenemos qun cáncer terminal para disfrutar de la vida. Disfrutar de esas pequeñas cosas y del día a día. En fin, que si el fin del mundo está cerca o lejos no lo sabremos. Lo que si sabemos con seguridad es que vivimos unos pocos años en este mundo, y son pocos y pasan volando, así que a disfrutarlos. Un abrazo.
ResponderEliminarEsta es la mejor filosofía existencial y la más práctica, por supuesto. Lo malo es que, aunque lo sepamos y lo digamos, nos olvidamos muchas veces de ponerlo en práctica. Por eso es importante repetirlo hasta la saciedad, a ver si, de este modo, nos queda grabado.
EliminarGracias, María, por devolverme la visita.
Un abrazo.
Por supuesto, Josep, vivamos el presente, como si fuéramos a vivir el último minuto, disfrutando de todo lo que nos rodea,
ResponderEliminarInteresante tu artículo, como todos los que escribes.
Un beso.
Muchas gracias, María, por venir a leerme y dejar tu comentario.
EliminarBesos.
La hecatombe mundial tiene ese puntito que nadie quiere que llegue, pero a su vez queremos que llegue para ver que pasa y cómo nos salvamos los que nos salvamanos.Porque, supongo que algunos nos salvamos, no? Por lo menos los bloggeros. Muy bueno Josep. Un placer leerte.
ResponderEliminarUn abrazo
Hombre, eso espero. Como los blogueros tenemos más imaginación, ya hallaremos el modo de esquivar la catástrofe. Quién sabe si algún poderoso supermillonario tiene alguna plaza destinada a blogueros en su nave para escapar hacia otro planeta habitable. No perdamos la esperanza, jaja
EliminarMuchas gracias, Jon, por venir a leerme y dejar tu amable comentario.
Un abrazo.