Los que seguís asiduamente este
blog, sabéis que suelo tratar temas de bastante actualidad, pero en esta
ocasión me ha resultado muy difícil elegir uno con la importancia necesaria
para tratarlo con la suficiente seriedad, conocimiento y objetividad. 1) La
terrible DANA que ha sufrido la Comunidad Valenciana y cuyos efectos tardarán
meses, si no años, en desvanecerse, y las implicaciones políticas de ese
desastre que bien podría haberse evitado o, por lo menos, reducido su impacto
sobre las vidas humanas; 2) los incesantes ataques del ejército israelí sobre
Gaza, al frente del cual se erige la figura vil y retorcida de un genocida; 3) la
persistente confrontación bélica entre un dictador ruso que se cree emperador
de las rusias zaristas; 4) la crisis climática, que no hay Cumbre del Clima que
logre acabar con ella, ni siquiera llegar a acuerdos realmente eficaces; 5) el
negacionismo imperante por parte de influencers malintencionados; 6) la
historia amorosa y financiera del rey emérito; y así un largo etcétera de casos
que, al menos a mí me tienen desbordado, asqueado, anonadado y no sé cuántos
calificativos más.
Ante
ello, he recurrido a lo más fácil, a la figura del que será el nuevo presidente
de los EEUU a partir del 5 de enero próximo. Será el segundo mandato de este
líder tan controvertido y con características de su personalidad rayando la
enajenación. Hablar del futuro a corto y medio plazo de los EEUU y el más que
probable deterioro democrático es algo tan complejo que solo puede exponerlo
con propiedad un periodista especializado. Así pues, me he decidido a
reproducir lo que publiqué hace exactamente seis años y seis meses sobre la
figura de este dictador moderno y populista, pues nada de lo que dije entonces
ha cambiado y goza de la misma actualidad. Porque hay cosas que no cambian con
el tiempo.
Así
pues, eso es lo que escribía el 11 de mayo de 2018, durante la primera
presidencia de Donald Trump:
Esta vez no voy a andarme con
rodeos, ni con sutilezas, dejando al lector adivinar o sospechar quién está
detrás de la historia, como hice en mi relato “El hombre más poderoso” (Retales
de una vida, 05-02-2018). No, esta vez hablo de Donald John Trump, el magnate y
político norteamericano, presidente de los EEUU por obra y gracia de sus
votantes y propietario de esta firma. No hay posibilidad de confusión, no hay
─creo yo─ otra firma igual. No hay que ser un experto en grafología, cada firma
lleva su seña distintiva de identidad. Vale, no es como una huella dactilar,
pero casi. Así pues, ¿quién se esconde detrás de esta firma sin igual?
Según
los expertos en el tema, la grafología es una pseudociencia que pretende
definir la personalidad y el carácter de una persona. Según sus defensores, sin
embargo, la escritura sí es una expresión de la personalidad. Algunos
grafólogos incluso opinan que puede servir para diagnosticar el grado de salud
mental de un individuo.
Recordaréis
que, ante las continuas sospechas o acusaciones de desequilibrio mental de
Trump, este fue sometido, por voluntad propia, a un test psicológico que
determinó que sus facultades mentales eran óptimas. Según el médico de la Casa
Blanca, Ronny Jackson, no había duda de que el presidente, “pese a bordear la
obesidad y de abusar de las hamburguesas, estaba en plena forma física”. En
cuanto a su salud mental, la prueba a la que fue sometido, un test cognitivo
conocido como Montreal Cognitive Assessment, que evalúa básicamente la
atención, concentración, memoria, lenguaje, pensamiento conceptual, capacidad
de cálculo y orientación de un individuo, dio resultados más que
satisfactorios. Dicho de otro modo, que Donald Trump es capaz de concentrarse,
entender y memorizar lo que le dicen, sabe expresarlo ─a su manera─, y calcular
y orientarse correctamente. Lo que ya no sé ─seguramente porque no soy
psicólogo clínico─ es si sabe calcular el alcance de sus decisiones. El hombre
está, pues, sano y cuerdo. Veamos ahora, según la grafología, qué tipo de
hombre sano es.
En un
artículo publicado el 30 de enero de 2017 en RT por María Jesús Vigo Pastur
(ignoro la intencionalidad de esta redactora y técnica de comunicación), la
grafóloga y perito calígrafo, Sandra Cerro, una de las expertas en grafología
más reconocidas y solicitadas de España, calificó la personalidad de Trump, en
base a su firma, del siguiente modo:
Las
mayúsculas iniciales altas, forma angulosa (los llamados dientes de sierra) o
ejecución en eje vertical, denotan autoridad, orgullo, inflexibilidad, temperamento
fuerte y determinación.
La
escritura continua, uniendo unas letras con otras, y la forma de terminar la
firma indica un carácter de líder autoritario, el del yo ordeno y mando, más
autoafirmador que realizador.
Esta
información, según Sandra Cerro, revela que
Trump es el “clásico líder dictatorial de tipo coercitivo”, que demanda ser el
centro de atención y que requiere obediencia inmediata y sumisión por parte de
sus subordinados. “Es una persona intransigente, que le cuesta ser flexible a
la hora de respetar las opiniones y criterios de los demás”. Finalmente, lo
califica como “una persona vanidosa y con una autoestima bastante alta (¿solo
bastante?), a quien le gusta el ejercicio del poder desde la cúspide”.
Pero
no todo van a ser rasgos negativos. Entre los positivos, la grafóloga destaca
“su gran determinación y perseverancia. No para hasta conseguir sus objetivos”,
aunque, a mi modesto entender, estas cualidades pueden ser un arma de doble
filo, según sea el objetivo de su determinación. Lo que sí resulta claramente
positivo y tranquilizador es que, según esta experta, también “es una persona
moderada y reflexiva, en tanto que no es una persona impulsiva que se lance sin
control a enfrentar decisiones o proyectos”. A mi modo de ver, no es esta la
imagen que da ese mandatario ante las cámaras. Pero si lo dice la reputada
grafóloga y perito calígrafo, por algo será.
Solo
espero que así sea, y que esta cualidad la comparta con su rival en la política
estratégica internacional Kim Jong-un, de cuya firma no he logrado obtener una
imagen clara y fiable (¿será un secreto de Estado?), aunque recientemente este
líder parece mostrar una cara más amable y una actitud más tolerante de la que
nos tiene acostumbrados.
¿Y por
qué tanto interés por la personalidad de Donald J, Trump?, os preguntaréis.
Pues no sé. ¿Será porque le veo a diario, porque me cae fatal, porque es uno de
los hombres más poderosos del mundo y porque tiene, en algún lugar ─espero que a
buen recaudo─, un botón nuclear que, según sus propias palabras, es más grande
y más poderoso que el de su colega norcoreano?
Nota: los que en su día leísteis
y comentasteis esta entrada, estáis dispensados de volver a hacerlo. Poco debe
quedar por añadir, pero si queréis agregar algo a lo que dijisteis en aquella
ocasión (si es que lo recordáis) estáis en todo vuestro derecho de hacerlo.
Faltaría más. 😉