martes, 18 de junio de 2024

Guantánamo

 


El Centro de detención de Guantánamo es una prisión militar de alta seguridad situada en la base naval de la bahía de Guantánamo, en la isla de Cuba, y desde 2002, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, las autoridades estadounidenses la han utilizado como centro de detención para acusados de terrorismo.

En dicho Centro, Estados Unidos encarceló a un total de 780 hombres musulmanes, de los cuales cuarenta siguen indefinidamente detenidos sin cargo ni juicio.

Fue George Bush quien, en noviembre de 2001, autorizó al Pentágono a mantener a ciudadanos no estadounidenses bajo custodia indefinida sin cargos.

A lo largo de los años, los prisioneros han reportado el uso de la tortura y abusos varios en esta prisión, algo que la administración Bush negó categóricamente. Sin embargo, Amnistía Internacional, en 2005, calificó la prisión como el Gulag de nuestros tiempos, y la ONU demandó, en 2006, sin éxito, su cierre.

Barack Obama, una vez elegido presidente de los EEUU, decretó su cierre en el plazo de un año y ordenó la revisión de los juicios de los acusados de terrorismo y prohibió toda práctica de métodos de interrogatorio equiparables a la tortura, tras lo cual, uno de los detenidos, Ahmed Ghailani, fue absuelto de 284 de los 285 cargos que la fiscalía lo había acusado, siendo exonerado del principal delito de terrorismo.

Durante el mandato de Obama, 197 prisioneros fueron repatriados a un tercer país, y durante la presidencia de Trump solo uno fue transferido a su país natal para terminar así el ciclo de su sentencia y han sido varios los países que han dado asilo a los detenidos liberados.

Según organizaciones de derechos humanos, más del 85% de los prisioneros liberados no resultaron sospechosos de participar en actividades terroristas.

Con todo ello, Amnistía Internacional calcula que el 80% de los detenidos están recluidos en régimen de aislamiento en varios campos del Centro, entre ellos el Campo 6, donde las condiciones son más severas, pues los prisioneros están confinados durante un mínimo de 22 horas al día en celdas individuales de acero sin ventanas al exterior.

Estados Unidos los considera “combatientes enemigos ilegales” –la mayoría acusados de pertenecer a los talibanes o a Al Qaeda, y no combatientes de guerra, por lo que el gobierno ha argumentado que no tiene por qué aplicarles las protecciones legales de la Convención de Ginebra, y por tanto puede retenerlos indefinidamente sin juicio y sin derecho a disponer de un abogado.

A finales de 2004, un informe de la Cruz Roja Internacional y la filtración de un informe del FBI, reconocían el uso de tácticas de coerción psicológica y física equivalentes a torturas, hechos finalmente reconocidos en 2005 por el departamento de defensa.

Los juicios ante los tribunales militares comenzaron en junio de 2008 con el proceso a Jalid Sheik Mohammed, acusado de ser el cerebro de los ataques del 11 de septiembre de 2001, quien, junto a otros cuatro acusados, se enfrenta a cargos que incluyen 2.973 acusaciones por asesinato, uno por cada persona que murió en los atentados.

El relator especial de la ONU sobre Ejecuciones Arbitrarias, Sumarias y Extrajudiciales, Philip Alston, exigió a Estados Unidos la suspensión de los juicios militares en Guantánamo porque “no cumplen en absoluto las normas internacionales”.

Muchos de los presos tienen una situación legal incierta, pues no existen evidencias suficientes para acusarlos, pero son considerados “demasiado peligrosos” para quedar en libertad.

 

Personalmente, y al margen de la necesaria persecución, enjuiciamiento y castigo de los causantes del grave atentado ocurrido en suelo estadounidense el 11 de septiembre de 2001, considero que toda acusación y proceso penal debe basarse en hechos comprobados y siempre teniendo en cuenta la presunción de inocencia, y por muy grave que sea el cargo, todo detenido tiene derecho a un abogado.

Según lo aquí expuesto, está claro que los EEUU han vulnerado y siguen vulnerando los derechos humanos y pasan olímpicamente de la Convención de Ginebra y de cualquier llamamiento y crítica a esta situación sumamente anómala e ilegal.

Los EEUU, los teóricos defensores de la justicia y la paz internacional, no tienen un comportamiento ni justo ni legal cuando les conviene y hacen oídos sordos a las recomendaciones e incluso exigencias de organismos tan respetables como Amnistía Internacional y la propia Organización de Naciones Unidas.

Israel y Rusia, por poner dos ejemplos actuales, no son, por lo tanto, los únicos gobiernos que ignoran repetidamente las exigencias y resoluciones de la ONU para poner fin a sus desmanes en Gaza y Ucrania, respectivamente, así que los EEUU deberían mirarse al espejo y reconocer que también actúan con total impunidad cuando se trata de defender sus posiciones, por injustificadas que sean.

Del mismo modo que defender a los gazatíes sometidos a una caza sin cuartel y estar a favor de un Estado Palestino no significa en absoluto estar de lado de los terroristas de Hamás, cosa que esgrime Netanyahu para justificar la actuación de su ejército y denostar a todo aquel que aboga por un alto el fuego, por la paz duradera en aquel territorio, y por el reconocimiento del Estado Palestino, quiero dejar bien claro que mi posicionamiento a favor de los derechos humanos de los detenidos en Guantánamo por un supuesto terrorismo, que en numerosos casos no ha sido comprobado e incluso se ha visto inexistente, y en contra de su detención indefinida sin cargos ni juicio, tampoco significa que esté del bando de los que cometieron aquellos atroces actos en septiembre de 2001. Simplemente estoy a favor de que se aplique la justicia según las leyes internacionales y ningún país puede evadirse de esta responsabilidad.

Guantánamo debería cerrarse definitivamente y que sus detenidos sean puestos a disposición de la justicia una vez se hayan determinado los cargos que se les imputan basados en hechos incontestables. Del mismo modo que en un juicio “normal” el jurado, en caso de duda por falta de pruebas, absuelve al condenado, en este caso la justicia debería actuar del mismo modo. De lo contrario, su imagen queda irremediablemente dañada. Ser musulmán no significa ser sospechoso de terrorismo, aunque hayan sido musulmanes los que cometieron aquel execrable atentado contra la humanidad. Esta actitud solo alienta la islamofobia, algo que, por desgracia, ya ha contagiado a Occidente.