Un
artista ¿nace o se hace? Y la misma pregunta nos la podemos hacer en otros
muchos ámbitos, no solo el artístico. La opinión generalizada es que existe una
comunión entre ambas cosas. Una persona puede tener, desde pequeña, una gran
afición por una determinada materia y muchas cualidades para ser un gran
profesional en ella, pero sin una formación académica, técnica o del tipo que
sea, no acabará desarrollando todo su potencial. Hay, por supuesto, excepciones
a esta regla, como la de ser un genio —algo bastante infrecuente—, pero yo diría
que en general hay una mezcla de vocación y de esfuerzo personal en forma de
estudio y de preparación intensa. Es como la suerte, que nunca viene sola, todo
lo que nos acontece es el resultado de una mezcla de azar y de mérito, en mayor
o menor proporción.
Pues
bien, este concepto de vocación o impulso natural por un lado, y de influencia
externa por otro —ya sea esta en forma de formación, presión familiar o del
entorno—, me ha llevado a pensar en algo bastante obvio: nuestra ideología, ya
sea religiosa, política o moral, también está sujeta a influencias externas.
Un
niño que recibe, desde muy pequeño, una formación religiosa, no es libre de
elegir entre distintos credos. Simplemente sigue lo indicado por sus
formadores, ya sean maestros o padres y familiares.
De
joven, muchas veces oí a padres no creyentes ni practicantes, afirmar que no
querían instruir a sus hijos en una creencia en particular para no imponerles
una ideología religiosa, que ya decidirían ellos cuando fueran mayores. Y yo
siempre me decía que ¿cómo van a abrazar en el futuro una creencia de la que no
han recibido instrucción alguna? Lo lógico es que sigan el patrón o modelo familiar.
Si los padres son ateos, los hijos también lo serán, a menos que se produzca un
cambio repentino en sus vidas y abracen repentinamente una fe. Y, aun así, no
será fruto de un “milagro” sino de una influencia exterior. En el caso opuesto,
los hijos de unos padres muy religiosos no siempre siguen sus creencias y seguramente
también sea debido a algún factor externo. Yo mismo soy un ejemplo: de niño era
un ferviente practicante de la religión católica, porque así fui educado e inculcado,
tanto en casa como en el colegio, y de mayor, superada la adolescencia, me fui
alejando paulatinamente de la formación religiosa que había recibido, hasta
llegar a la categoría de agnóstico. En política también sucede algo parecido,
pues hay casos que de padres de derechas han salido hijos de izquierdas, y al
revés, por mucho que parezca extraño.
¿Qué
hace que un joven educado en un ambiente progresista y tolerante acabe siendo
un extremista de derechas? Seguro que no es fruto de la reflexión y de la
libertad de pensamiento. Algo, o alguien, le ha adoctrinado, haciéndole cambiar
de parecer.
Todos
hemos visto imágenes de niños en escuelas islámicas o judaicas, inmersos en la
lectura del Corán o de la Torá, en una actitud servil y mecánica, recitando sin
descanso los interminables salmos. A mí, en cambio, no me obligaron a
aprenderme de memoria la Biblia y los evangelios. Y la asignatura de Historia
Sagrada únicamente me valió para ser conocedor de hechos del antiguo y nuevo
testamento, sin convertirme en un fanático. ¿Por qué? Pues porque tuve la
suerte de que mis educadores no eran unos fanáticos religiosos, a diferencia de
lo que suele ocurrir en otros países.
Así,
pues, me da la impresión de que las enseñanzas que reciben los jóvenes judíos y
musulmanes —por poner dos ejemplos conocidos— tienen un componente muchísimo
más coercitivo que el resto de religiones monoteístas. La letra, con la sangre
entra.
Evidentemente,
no todos los judíos ni todos los musulmanes son extremistas ultraortodoxos o
fundamentalistas islámicos, pero sí existe una facción preponderante que tiene
por objeto adoctrinar a los niños y jóvenes de modo que no cuestionen las ideas
impuestas por sus maestros.
¿Somos,
pues, libres para elegir nuestras creencias? Los grupos neonazis que están
reapareciendo por toda Europa, ¿son fruto de un adoctrinamiento o de una
profunda reflexión sobre lo que consideran justo y deseable? Para mí, el hecho
de observar que todos, o casi todos, los pertenecientes a un partido político
conservador y ultraconservador opinen igual, sin discrepancias, en todos y cada
uno de los puntos que más preocupan a la sociedad (educación, sanidad, empleo,
impuestos, inmigración, etc.) me hace sospechar que no practican la libertad de
pensamiento, sino que obedecen a unas directrices y doctrina de obligado
cumplimiento. No actúan por consenso sino por sumisión y lealtad a su partido,
indistintamente de lo que cada uno de sus miembros piense en realidad. No puede
haber discrepancias, todos a una como Fuenteovejuna. Pero esta actitud no es
exclusiva de las derechas, por supuesto, sino de cualquier país totalitario.
Siendo
así, qué ocurre con los ciudadanos de a pie: ¿somos el resultado de un
adoctrinamiento, claro o subliminal, del color que sea, o bien somos totalmente
libres para decidir lo que queremos hacer y pensar en base a la lógica y la
razón?
Los hay que nos liberamos del adoctrinamiento y otros que lo necesitan para sentirse formar parte de algo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues sí. Supongo que hay quienes necesitan pertenecer a un grupo, aunque sea en plan manada. Necesitan un líder que les dirija y piense por ellos.
EliminarUn abrazo.
Uf, es que pueden ser tantas cosas...
ResponderEliminarHay religiones muy extremistas, otras más flexibles, y depende también del instructor.
Mis padres no eran creyentes, pero siempre insistieron en que debíamos conocer la historia de la religión pues el arte, en su mayoría, se nutre de ella. Desde niña hemos visitado exhaustivamente iglesias románicas, catedrales góticas, museos llenos de cuadros religiosos...
Y en política, en mi caso un poco herencia sí que es. Mi padre era de los que corría delante de los grises, estaba en el comité de empresa, en el consejo Escolar de mi instituto ( mi madre también) así que yo era muy reivindicativa y mis hijos también. Imagino que si mi familia hubiese sido más pasiva pues yo también lo sería. O, como bien dices, podría haberme dejado influir por otras personas. A saber.
He divagando mucho, jajaja.
Interesante reflexión.
Feliz tarde.
No ser creyente no implica necesariamente estar en contra de las religiones, simplemente es no estar de acuerdo con sus creencias. Como dije en una entrada anterior, hay que ser respetuoso con las ideas de los demás, siempre que no atenten contra la libertad y la dignidad humana. En tiempos pretéritos y en este país, a los que estudiamos en un colegio religioso, se nos imponía una serie de prácticas, que en mi caso fui abandinando poco a poco, porque dominó mi parte reflexiva, cuestionando lo que no me parecía bien. Por suerte, esas imposiciones no fueron demasiado inquisitivas, sino más bien laxas. Lo importante es saber pensar y cuestionar lo que nos han enseñado.
EliminarUn abrazo.
CReo que todos hemos sido objeto de algún tipo de adoctrinamiento
Tu entrada plantea una reflexión profunda y bien estructurada sobre un tema complejo: la interacción entre la predisposición innata, la influencia externa y la libertad de pensamiento en la formación de artistas, creencias e ideologías. La pregunta inicial, "¿un artista nace o se hace?", es un gancho efectivo que conecta con una cuestión más amplia sobre la formación de la identidad, aplicable a múltiples ámbitos (arte, religión, política). La transición hacia la ideología y las creencias es fluida y pertinente, ya que amplía el debate sin perder coherencia. El uso de tu experiencia personal (tu paso del catolicismo al agnosticismo) añade autenticidad y credibilidad al argumento. La pregunta final da para una buena reflexión.
ResponderEliminarAbrazos, Josep.
Nadie nace con una ideología determinada; esta se nos va inculcando a lo largo de nuestra infancia y adolescencia, cuando somos más vulnerables y nos creemos lo que nos cuenta quien tenemos como referente (padres, sacerdotes o maestros). Después, somos libres, en teoría, para tomar nuestras propias decisiones y decantarnos hacia un lado u otro. Pero lo que nos inculcaron de niños pesa tanto que es difícil liberarnos totalmente de esa influencia.
EliminarUn abrazo.
Observo que mi evolución religiosa ha sido parecida a la tuya.
ResponderEliminarUn abrazo.
No somos los únicos en haber experimentado esa evolución. Por suerte para ambos, je , je.
EliminarUn abrazo.
Pocas cosas hay que se puedan achacar a actos de libertad, a lo que es una simple y libre elección. Detrás de todo lo que hacemos está la experiencia, la formación, lo que hemos visto. Frente a todo eso, puede parecernos que elegimos, pero me temo que es pura apariencia. Yo también, como ya te he dicho en alguna otra ocasión, me eduqué en un colegio de monjas, tuve una gran influencia religiosa por parte de mi abuela materna, no así de mis padres que eran cuando menos bastante tibios en ese aspecto. De niña quería ser monja, pero salí del colegio a los quince años y a los dieciséis me declaré agnóstica. Creo que en todo ello estuvo la influencia, positiva o negativa, de lo que viví, lo que vi y lo que leí. No sé si llamarlo adoctrinamiento o educación, pero en todo caso, algo venido de fuera que deja poco lugar a la libre elección.
ResponderEliminarInteresante el planteamiento de tu entrada de hoy.
Un beso.
Tú quisiste ser moja y yo cura, ja, ja, ja. Cada vez que nos hacían asistir a los llamados ejercicios espirituales, salía de ellos con vocación sacerdotal, tal era el influjo que ejercía todo los que nos contaban y nos mostraban (películas de la vida de santos y de la vida en el seminario). Por fortuna, a medida que fui madurando, esa influencia religiosa fue disminuyendo paulatinamente y acabó prevaleciendo otro tipo de información y formación más "mundana" y realista.
EliminarUn beso.
Menuda entrada Josep :))), yo que no tengo ganas de reflexionar nunca, a no ser en algo particular que me surja, jajaja.
ResponderEliminarPues mira, según mi opinión, hay de todo... personas que son muy influenciables, y otras que no lo son y siguen con las enseñanzas que recibieron cuando eran niños, sobre todo si esas enseñanzas no dañan a nadie, ni así mismo, como la religión católica que su principal enseñanza es el amor al prójimo aunque se practica bastante poco por lo que se ve en el mundo.
Ahora en tu reflexión, mucha verdad, el exterior a veces condiciona...
Abrazos Josep, y buen fin de semana.
Me gustan las entradas polémicas, aunque luego dudo si lo que hecho es correcto para no ofender a nadie, je, je.
EliminarMe parece muy bien que alguien, una vez alcanzada la mayoría de edad y mental toma conciencia de lo que quiere ser, hacer y pensar, se mantega en sus creencias originales, pero, como bien dices, los hay que son muy influenciables, o quizá con poco criterio, que se dejan arrastrar por las ideas de otros, dejando de tener ideas propias. Yo, aun siendo, como he dicho en repetidas ocasiones, agnóstico, no sé si será por la educación recibida, pero podría afirmar que mi comportamiento está basado en las enseñanzas cristianas, que abogan fundamentalmente por al amor (o respeto) al prójimo, aunque últimamente este precepto es muy difícil de cumplir, habida cuenta de los comportamientos indecentes de mucha gente poderosa.
Un abrazo.
Mis padres me obligaron a dar religión en el colegio hasta que hice la comunión, después ya nos dejaron tanto a mi hermana y a mi elegir, y pasamos a dar en el colegio Formación Humana, algo así como clases de debate sobre algún tema a propuesta nuestra o del profesor, aun así, íbamos los domingos con mi madre a misa porque no fuera sola o alguna vez la acompañaba a alguna procesión en Semana Santa, pero según paso la adolescencia fui poco a poco dejando la religión al lado y no es que no crea pero no soy tan devota y religiosa como mi madre, algo me queda de lo que me inculcaron. También es cierto que mi padre era absolutamente no creyente y aún así entendía a mi madre y la respetaba por supuesto. O sea para que veas he tenido las dos cosas en casa.
ResponderEliminarUn abrazo Josep, me alegra mucho volver a leerte.
En casa, tanto mi padre como mi madre eran católicos, fervientes creyentes y practicantes, y nos llevaban a misa todos los domingos y fiestas de guardar. Pero cuando nos hicimos mayores (mis dos hermanas y yo) y nos fuimos alejando de la iglesia, no pusieron reparos, aunque les dolió. Y también a mí, como le digo a Elda, algo me ha quedado de las enseñanzas religiosas que recibí. De hecho, la gran mayoría de leyes cristianas tienen su equivalente en las leyes civiles.
EliminarUn abrazo, y yo también me alegro de que hayas venido a leerme.
La influencia del exterior, (léase sociedad, amigos, medios de comunicación, familia) siempre está presente. Nuestra manera de pensar es una mezcla de experiencia propia y opiniones de los que nos rodean. No creo que salga un judío creyente en una aldea aislada sin contacto con el exterior (en el improbable caso de que aún exista alguna así) si allí todos son cristianos; por poner un ejemplo.
ResponderEliminarLuego hay un componente interior que decide si apoyar o no eso que nos han dado a conocer. Yo no sabría muy bien decir qué es. Creo que también es el resultado de la educación más directa, es decir, la que nos inculcan nuestros padres y que aprendemos viéndolos actuar (obras son amores que no buenas razones).
Un beso.
La influencia externa es muy importante; yo diría que forma parte del 75% de nuestra personalidad. Nacemos, como todos los bebés, estériles y al poco ya nos van contaminando los gérmenes, buenos y malos. Del mismo modo, vamos creciendo influidos por nuestro entorno hasta alcanzar, en la edad adulta, un estado físico y mental resultado de nuestra propia labor mezclada con lo que nos aporta la sociedad en la que vivimos. Solo una mente privilegiada, culta y responsable, es capaz de resistir el influjo de ciertas creencias e imposiciones y tomar sus propias decisiones. Pero, aun así, nadie está libre de ser contagiado por "gérmenes" antisociales y de credos extremistas. En definitiva, creo que nadie es totalmente libre en su toma de decisiones, todos estamos influidos por agentes externos. Y eso, a mí, me da miedo, pues no podemos evitarlo.
EliminarUn beso.