Mentira
es la expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se
siente (RAE).
A
grandes rasgos, podríamos decir que la mentira hace su presencia en dos
ámbitos: el de la comunicación, cuando se busca engañar con las palabras, y el
de las actuaciones, cuando se finge algo contrario a lo que se siente o a lo
que es en realidad.
Como
afirma De la Serna en “La mitomanía: descubriendo al mentiroso”, quien miente
espera que sus oyentes le crean, de forma que se oculte la realidad o la verdad
de forma parcial o total.
Otra
forma de mentir consiste en el fingimiento. Por ejemplo, si alguien atropella a
una persona y se da a la fuga, y más tarde vuelve y se mezcla entre los
curiosos, fingiendo indignación por lo ocurrido, está mintiendo ante quienes
simula o finge inocencia.
De
una forma más pormenorizada, hay muchos autores, sobre todo filósofos, que han
clasificado los distinto tipos de mentiras que, grosso modo, pueden definirse
del siguiente modo:
- Mentira
blanca o piadosa: afirmación falsa hecha con intención benevolente,
para no zaherir al interlocutor
- Promesa
rota: sin ser una mentira, estrictamente hablando, es incumplir un
compromiso adoptado con otra persona. Solo en el caso de que dicho
compromiso se haya tomado pensando en no cumplirlo, hablaríamos de mentir.
- Mentira honesta:
la que se dice involuntariamente, creyendo que lo afirmado es verdad
- Mentira intencionada
o instrumental; la que se dice deliberadamente a fin de conseguir un
objetivo interesado
- Mentira con
uno mismo o autoengaño: forma de autoconvencerse de algo sobre falsas
creencias o ilusiones a las que se tiene apego
- La
exageración: contar algo de forma desproporcionada, intencionadamente y
con finalidades muy variadas
- Los
rumores: noticia falsa divulgada sin haber sido confirmada. También suelen
tener una intencionalidad.
- La
calumnia: acusación falsa, hecha maliciosamente para causar daño
En
el ámbito de la religión, mentir es un pecado (no levantarás falsos testimonios
ni mentirás) y según nuestro código penal es, en teoría, objeto de sanción. Así
pues, el falso testimonio y el perjurio están severamente penalizados, pero, en
la realidad, observamos abundantes casos en los que, en una declaración ante el
juez, el interrogado miente como un bellaco o echa las culpas a otro, u otros,
y no pasa absolutamente nada, aun cuando se descubra más tarde su falsedad. Por
cierto, siempre me ha llamado la atención que cuando alguien acude a declarar
como testigo no puede mentir, mientras si lo hace como imputado, sí. Cosas de
la Ley.
Consultando
varias fuentes sobre la mentira, he hallado una cita del neurocientífico San
Harris, que afirma que “mentir es negativo para el mentiroso, que los
mentirosos suelen sentirse mal por sus mentiras y perciben una pérdida de
sinceridad, autenticidad e integridad”. Yo, la verdad, discrepo totalmente de
esta asunción y lo hago en base a mi experiencia personal, tanto en el ámbito
laboral como, sobre todo, en el político.
¿Acaso
nuestros políticos son tan amorales que no sienten ningún arrepentimiento tras
mentir y calumniar descaradamente? Últimamente me he llevado más de una desilusión
cuando se ha acusado de delinquir a un político de mi confianza, que se
defendía con uñas y dientes de tal acusación alegando una caza se brujas, ante
el que he sentido una total empatía, creyendo en la veracidad de sus
alegaciones, hasta que, con el paso del tiempo y el acúmulo de pruebas en su contra,
se ha desvelado la verdad y ha resultado ser un corrupto de libro. ¿Cómo pudo
defender su inocencia tan vehementemente, sabiendo que era culpable? Y así
podría relatar muchos otros casos en los que la mentira, la difamación
(calumnia, que algo queda), las promesas incumplidas y reiteradas, la
exageración malintencionada y una retahíla de falsedades, son el sostén y la
base de la política en general y de muchos políticos en particular.
¿Cómo
podemos estar seguros de la veracidad de nuestros representantes cuando hemos
visto casos en los que nos han defraudado y engañado? Si uno no puede confiar
en ellos, ¿qué sentido tiene acudir a las urnas cada cuatro años? ¿Votar al
menos malo? Pero, ¿quién es el menos malo dentro de esa caterva de mentirosos
que nos representan? Quiero creer que todavía queda gente honrada que se dedica
a la política para defender nuestros derechos constitucionales sin luchas
intestinas partidistas, que piensan en resolver los problemas de la ciudadanía
en lugar de dedicarse a atacarse esgrimiendo falsas acusaciones cruzadas,
mintiendo a los votantes sin otro interés que el de aferrarse a su escaño, sin
reconocer sus culpas, prefiriendo la mentira y la falacia en lugar de la verdad.
Los
políticos, para poder acceder a un puesto de responsabilidad, deberían seguir
un curso de ética, pero en su lugar lo primero que aprenden es a mentir sin
sonrojarse y mantener sus mentiras hasta que no se descubra la verdad verdadera
sin paliativos. Y, aun así, en tal supuesto, seguirán justificándose con
excusas ridículas y ofensivas para alguien con un mínimo de sentido común.
Los
parlamentarios, una vez en la tribuna de oradores, deberían someterse a un
polígrafo durante toda su intervención. Pero ya os adelanto lo que ocurriría en
caso de que el aparato determinara que el orador está mintiendo: el mentiroso
argumentara que el aparato no es fiable, que está defectuoso o que ha sido
manipulado por su oponente, sobre todo si este forma parte del Gobierno.
Para
muchos, mentir es una necesidad vital y no desaprovechan la oportunidad para
ponerla en práctica sea donde sea y como sea.
Creo
que puedo afirmar que todos nos hemos visto obligados a mentir en alguna
ocasión, ya sea para ocultar algo que no deseamos desvelar, para quedar bien
ante los demás, o para protegernos y sobrevivir en esta sociedad tan agresiva en la que vivimos.
Es
triste, pues, que la mentira forme parte de nuestras vidas, que la aceptemos y
asumamos como algo natural, que la usemos habitualmente para progresar, que la
normalicemos, considerándola como algo inherente al ser humano.
Mentir o no mentir, esa es la cuestión.
Interesante tu reflexión sobre la mentira. Veo que tras una introducción generalista vienes a centrarte luego en los políticos. Al respecto no puedo por menos que señalar la definición de Política que daba Parménides nada menos que en el siglo VI antes e Cristo: "Política es el arte de engañar al pueblo". Pues ya está todo dicho. Esto explica que a los políticos no se les mueva un músculo cuando son cogidos en falta y que igual que afirman una cosa a renglón seguido la nieguen con idéntica animosidad.
ResponderEliminarEs una pena gorda, pero es así. Al menos en la cultura mediterránea es así; quizás en la anglosajona, más de moral luterana y calvinista, mentir esté mucho peor considerado, pues en esa cultura el individuo prima sobre la masa. Pero en la católica la mentira no crea mucho problema ético, pues basta con arrepentirse de haberla proferido para quedar libre de polvo y paja. Esto explica en mi opinión la frialdad con que nuestros políticos nos mienten constantemente. Pero lo peor es que los administrados por ellos ni nos inmutamos, pues parece que entendemos su manera de proceder. ¿Quizás porque nosotros en su situación haríamos lo mismo? Quiero imaginar que no, pero...
Un fuerte abrazo, Josep
Hola, Juan Carlos. Desgraciadamente, estamos rodeados de mentirosos, la mentira campa a sus anchas, y donde más se pone en evidencia es entre la clase política. Me ha encantado conocer el significado del término Política según Parménides. Así que no es de extrañar la existencia de la mentira en este ámbito. Por definición, según esto, un político es un mentiroso nato, je, je.
EliminarPero lo que más me subleva es contemplar, no solo la frialdad con la que mienten, sino cómo atacan a su adversario político argumentando que engaña a la ciudadanía. Eso es ver la paja en el ojo ajeno. En definitiva, son una especie fuera de lo normal, de ahí que se hable de "clase" política, al igual que hablamos de la clase trabajadora, a la que, por cierto, deberían servir.
Y es muy cierto, que, al igual de lo que está sucediendo en Ucrania y Gaza, nos limitamos a constatar esas injusticias sin mover un dedo. Y asi nos va.
Un fuerte abrazo.
Es un buen estudio sobre la mentira. Quién no ha mentido alguna vez aunque sea una mentira piadosa. Lo que no soporto es las mentiras constantes de los políticos ante los votantes que creemos que nos pueden representar y dirigir el país. La política y los políticos no merecen ser escuchados. No crees que sólo quieren estar en política por su poltrona y así les va. Cobran grandes sueldos sin hacer nada por los ciudadanos. Un abrazo.
ResponderEliminarLas mentiras piadosas son perdonables, pues se hacen con buena intención, para no dañar a quien va dirigida. SI alguien te dice, pr ejemplo, que se va a morir pronto, pues está muy enfermo, no le vas a contestar que sí, que claro, que qué remedio. Procurarás suavizar la situación diciéndole que tenga esperanza, que quizá logre curarse. Quizá, ante esta situación, lo mejor sería callarse, pero la empatía que sentimos por esa persona, nos obliga a darle ánimos, aunque sean falsos.
EliminarEn política, en cambio, la cosa cambia, pues los del partido que gobierna dicen que todo va fenomenal (¿mentira piadosa o hipocresía?) y los de la oposición que todo va fatal (¿mentira intencionada o exageración?). Y siempre están a la greña, en lugar de aunar esfuerzos para que los cidadanos vivamos mejor.
Un abrazo.
Con mi memoria de viejo, recuerdo cosas de mi niñez con mucha más nitidez que las cosas más recientes. En el catecismo, "mentir es decir lo contrario de lo que se piensa con la intención de engañar.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo nunca he sido un mentiroso compulsivo, pero alguna mentirijilla sí decía de chaval, y acto seguido me iba a confesar, je, je.
EliminarUn abrazo.
Buen post sobre un tema capital, en la vida social y sobre todo en la política. Lo triste es que no hay una penalización social, la mentira es aceptada como un arma más de defensa o de ataque.
ResponderEliminarAbrazo.
En política, la mentira se ha convertido en arma arrojadiza y un juego malvado entre mentirosos y ha llegado un momento en que uno ya no sabe distinguir quién dice la verdad y quién no.
EliminarUn abrazo.
uno ya no sabe distinguir quién dice la verdad y quién no .. he ahí la cuestión
EliminarAbrazos, apretaos
En efecto. Vivimos en una sociedad secreta, en la que no todo es lo que parece, ni todo lo que se dice es verdad.
EliminarUn abrazo, Anónimo.
Yo siempre he dicho un poco en broma, pero no del todo, que la mentira está infravalorada y es que a veces una mentira hace menos daño que la verdad. Sobre todo cuando la mentira no hace más que corregir una verdad cruel. Dicho esto, hay mentiras y mentiras. las de los políticos que niegan sus delitos o prometen lo que no piensan cumplir son de lo más nefasto porque engañan a los ciudadanos y enlodan la democracia. Y, como tú, no entiendo a los que siguen defendiendo a los políticos de su cuerda a pesar de que se demuestre que han mentido, robado y estafado. A mí también me ha pasado defender a un político en el que confiaba y luego darme de bruces contra la realidad, pero no me he empecinado en defenderle sabiéndole culpable.
ResponderEliminarLa democracia no es perfecta, pero hoy por hoy nada la ha mejorado en cuanto a modo de gobernar. Esa es la tragedia política del ser humano.
Un beso.
Y esta situación no es patrimonio español, algo característico del temperamento ibérico, sino que trasciende frontreras y abarca al mundo entero. Y será porque mentir es retable, a corto plazo sobre todo. Y es indignante ver cómo ninguno de esos mentirosos compulsivos se retracta una vez se ha emostrado la falsedad de lo dicho, como cuando se afirmó que en Irak habían armas de destrucción masiva. Y así una retahila de mentiras gestadas a conciencia. Solo podemos estar, hasta cierto punto, a salvo de su influenica si estamos bien informados y no nos dejamos manipular.
EliminarConociendo el origen de lo que ahora se llaman fakes, ya sabemos de qué pie calza quien los ha divulgado y su grado de credibilidad. La palabra dada por un sinvergüenza no tiene ningún valor. Aquí podríamos decir que lo dicho por él, o ellos, es una mentira hasta que se demuestre lo contrario. Y que haya gente que, conociéndoles, todavía los agasaje (véase el impresentable de Mazón), ya es de juzgado de guardia.
Un beso.
Me preguntaba siempre cómo este personaje se mantenía en su puesto después de todo lo sucedido y luego escucho que está postergando su marcha a cuenta de un sueldo que recibirá a partir de no sé qué fecha, vergüenza debería tener.
EliminarIndignación de todos los valencianos y de todas las gentes de bien, que comprendemos que se han destrozado muchas vidas y que ese daño es irreparable. Sin embargo él sigue con su vida como si nada.
Es realmente inmoral que alguien se mantenga en su puesto, cuando debería haber dimiitido hace tiempo, por el simple hecho de esperar a que se cumpla el plazo previsto para marcharse con una paga vitalicia bajo el brazo, que no metece, ni él ni ningún otro político.
EliminarLa mentira debería ser más penalizable.
ResponderEliminarMenuda reflexión te has marcado.
Feliz día.
La mentira que daña a otro u otros debería penalizarse en función del daño causado, pero en este país ya estamos tan acostumbrados a ella que, aunque nos enfademos, lo consideramos dentro de la normalidad, lo cual es sumamente grave, pues da alas a los mentirosos.
EliminarUn abrazo.
¡Ay, qué gracia me has hecho, Josep Mª! ¡Ética! ¿En un político? Eso sí que es humor y lo demás son tonterías. Yo creo que algunos ni saben qué significa la palabra.
ResponderEliminarYo pienso que algunos nos mienten tan descaradamente porque se sienten invulnerables, les da igual. Tienen la piel dura y les importa un pimiento lo que piensen de ellos, si al final les vuelven a votar...
No creo que se penalice la mentira porque siempre habrá algún tonto del haba que diga que se vulnera la libertad de expresión (mentir es una manera de expresarse al fin y al cabo) y se menoscaba el derecho que tenemos todos a mentir si nos viene en gana. ¡País!
Besos.
Si existiera, o inventaran, un máster de formación específica para tener la maestría en política, seguro que la "ética" no estaría entre las asignatiras a estudiar. Sí, en cambio, incluirían "cómo saber mentir sin ruborizarse", "cómo hablar sin decir nada coherente" y la archiconocida materia sobre "la mejor defensa es un buen ataque", por no hablar de "como hacerse rico en cuatro años", je, je.
EliminarDesde luego, la imagen que dan los políticos es vergonzosa y son los culpables de la dejadez ideológica por desinformación de gran parte de la ciudadanía. Mentiras, bulos y calumnias están a la orden del día.
Y la interpretación interesada y partidista de lo que es la libertad de expresión es una causa adicional para embrollar todavía más el llamado orden social.
Un beso.