A todos nos fastidia tener que
“aflojar la pasta”, pero a unos más que a otros, según sus circunstancias
personales. Pero lo que, en general, más disgusta al ciudadano es pagar
impuestos. Hay quien, en un ejercicio de ignorancia, piensa que ello es extremadamente
injusto y lo ven como un expolio contra natura. Deben pensar que los
gastos generales del Estado ─que en 2024 ascendieron a unos 725.000 millones de
euros, y cuyo presupuesto ha quedado congelado por no haber llegado a un
consenso político para su renovación anual─ se cubren con el maná caído del
cielo. No sé si alguna vez se han preguntado lo que cuesta hacer frente a las
muchísimas inversiones que un país como el nuestro necesita.
Otra cosa a tener en cuenta es dónde
van a parar nuestros impuestos, si se invierten acertadamente o hay una fuga
hacia manos o intereses oscuros. Pero para ello, hay un control presupuestario
que, en teoría, fiscaliza al Estado. ¿Algo o alguien se escapa a ese control?
Buena pregunta para la que no tengo respuesta. Así que dejémoslo aquí.
Sea como sea, es cierto que no siempre
se utiliza nuestro dinero para los fines más imprescindibles, especialmente en
algunas CCAA. De lo contrario, no habría problemas de falta de inversión ─o
peor aún, de desinversión─ en la sanidad, la educación o la vivienda, entre
otras necesidades básicas. Alguien hace mal los deberes o no los hace y se
desvían fondos hacia otras partidas menos prioritarias pero políticamente más
interesantes para el gobernante de turno.
Cuando trabajaba, de mi salario se me
retenía alrededor de un 30% en concepto de IRPF. Y no me molestaba, pues era
consciente de lo necesario que era contribuir al gasto público y para conseguir
lo que en Suecia se dio en llamar el estado del bienestar. Por aquella época,
mis colegas suecos (de la Empresa multinacional en la que trabajaba) me
comentaban que, según el nivel salarial, a algunos les correspondía pagar hasta
un 50% de sus ingresos brutos, pero que, a cambio, muchos de los servicios
públicos eran gratuitos (incluida la enseñanza) y funcionaban perfectamente.
Así da gusto pagar impuestos si luego benefician al ciudadano. Lo contrario se
asemeja a un fraude o robo a mano armada.
Hay una frase de Karl Marx que siempre
he hecho mía y que dice “De cada uno según sus capacidades y a cada uno
según sus necesidades”. Esa sí que es una verdadera solidaridad. Quien más
tiene, más debe aportar al erario público, y quien menos tiene y más necesita,
tiene que recibir la ayuda necesaria para vivir dignamente. Por eso me indigna
que las grandes Empresas, que tienen unos beneficios millonarios, paguen una
miseria en concepto de impuestos en comparación con un trabajador cualquiera.
Pero para más injusticia y
desigualdad, hay impuestos que se aplican en algunas CCAA y en otras no, como
el de sucesiones y donaciones. En primer lugar, ¿Por qué tienen que quedarse
las autoridades competentes en asuntos económicos con un porcentaje de una
herencia o donación, generalmente de padres a hijos? ¿Acaso el dinero y bienes
adquiridos por los progenitores no han tributado reglamentariamente mientras
vivían? Entre IVA e IRPF, creo que ya cumplimos de sobra con nuestras
obligaciones con el fisco. Si hace falta más dinero para financiar una Comunidad
Autónoma, no creo que sea imprescindible ahogar al contribuyente en impuestos,
sino utilizarlos como es debido, ahorrando en gastos innecesarios.
Más irregularidades que demuestran un
desequilibrio entre CCAA: ¿por qué en unas se subvenciona lo que en otras no
por falta de dinero? Y resulta que ─no mencionaré cuáles, pero es fácil de
descubrir─ entre las que precisamente bajan impuestos y dan servicios gratuitos
a su población están las más deficitarias, mientras que otras más ricas no se
lo pueden permitir. No es ni más ni menos que un agravio comparativo. Y ¡ay de
quién proteste!, porque se le tacha de insolidario.
Y por último, una irregularidad elemental
que parece ser que nadie tiene en cuenta o bien lo tiene pero como algo anecdótico:
no siendo el IPC igual en todas las Comunidades, quien tiene la suerte de vivir
en una con un IPC más bajo, pero su salario es exactamente igual que el de otro
trabajador que vive en otra con un IPC superior (trabajadores de una misma
Empresa con sucursales por todo el territorio nacional), vivirá más
desahogadamente. De ahí que algunos jubilados que han vivido y trabajado en
ciudades caras, vuelvan a su terruño, donde pueden vivir más holgadamente.
España no solo es un país
plurinacional (mal que les pese a algunos) sino también pluri económico, con
diferencias, a veces abismales y, por lo tanto, injustas. ¿Y qué hacen los
impuestos autonómicos? Pues agravar estas diferencias y crear lo que yo
llamaría una distopía social y/o económica.
Y duele saber que mientras muchos
pagamos religiosamente lo que nos corresponde, otros ─curiosamente políticos,
que deberían dar ejemplo─ se dedican a desviar fondos de la Comunidad hacia
otros derroteros, llenarse los bolsillos y, para colmo, tienen la prebenda de
poder disfrutar de una jubilación de lujo. Por no hablar de la famosa amnistía
fiscal que tuvo a bien aplicar al gobierno de Mariano Rajoy y dirigida por el
entonces ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que benefició a empresarios y
grandes fortunas, a contribuyentes con activos no declarados en el extranjero
─muy patriotas ellos─. políticos y personalidades públicas, miembros de la
nobleza, etc. Sin palabras. Al parecer, lo de que “Hacienda somos todos” lo
interpretaron a su manera.
Pero como no tengo ninguna potestad
para solventar ni minimizar estas anomalías, pues me tengo que aguantar y
desahogarme por aquí.

Tema complejo donde los haya. Porque, a ver, está claro que los impuestos son necesarios para que un país funcione. El problema está cuando no te fías de quien se encarga de administrar ese dinero y tampoco estás de acuerdo con la distribución que se hace de ese dinero. Con el sistema de autonomías se multiplicaron las administraciones (en algunos casos hasta se triplicaron), y por ende se multiplicaron los impuestos hasta el infinito y más allá (hoy pagas hasta después de muerto).
ResponderEliminarHay gastos que yo eliminaría de cuajo, como la financiación de las televisiones autonómicas, y revertiría ese dinero en sanidad, educación y servicios sociales. ¿Y el Senado? ¿Para qué puñetas sirve el Senado? Y así, suma y sigue.
Impuestos sí, pero con una mejor fiscalización, transparencia, y distribución donde realmente se necesita.
Un abrazo, Josep.
Hola, Pedro. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Hay subvenciones que, a mi juicio, exceden lo necesario, y otras, en cambio, que brillan por su ausencia cuando son imprescindibles (asuntos sociales, por ejemplo). Y una cosa es sospechar que hay dinero de nuestros bolsillos que no llega al destino previsto, y otra, ver a las claras cómo los políticos se asignan y aumentan su sueldo descaradamente, y tras dejar su cargo, mantienen su derecho a oficina, coche, chófer, etc. Unos verdaderos caraduras. Y así nos va.
EliminarUn abrazo.
¡Qué razón tienes al recordar que los 725.000 millones no caen del cielo! Y lo de Suecia... ¡uf! Qué envidia sana. Pagar un 50 % a cambio de sanidad, educación y servicios que funcionan como un reloj suizo... eso sí que es un pacto social que merece la pena. Aquí, en cambio, a veces da la sensación de que pagamos por un billete de lotería y nos toca el número premiado... pero para otro.
ResponderEliminarLos impuestos, nos gusten más o menos, son la esencia de una sociedad justa siempre que esos impuestos sean justos y acordes a las rentas percibidas.
Un abrazo, Josep.
Hola, Miguel. En general, pagamos por lo que sea esperando recibir a cambio lo que nos merecemos tras esa transacción. Si vamos a un restaurante, esperamos ser atendidos como debe ser y que la calidad de lo que nos sirven esté acorde con lo que vale (lo que se conoce como calidad-precio). Pues en cualquier situación de la vida, sobre todo en lo referente a nuestros impuestos, debería ser exactamente igual. Hay que pagar por lo que recibimos y no por lo que los de arriba quieren hacernos pagar sin justificación. Existe información sobre a qué dedica el Estado los presupuestos y en qué partida los invierte (el famoso pastel gráfico con los porcentajes aplicados en cada concepto), pero a mí me asalta la duda (creo que razonable) de que lo que se nos muestra sea realmente lo que acaba siendo.
EliminarMe parece acertada la analogía que haces con respecto a la lotería. A mi modo de ver, el Estado es la Banca que siempre gana y nosotros los jugadores de la ruleta esperando que nuestra bolita caiga en el número al que hemos apostado y ver así si nos toca algo de dinerillo, je, je.
Un abrazo.
Es que es horrible cuando pagamos tanto y después vemos cómo está la sanidad pública o la educación, o cómo no se invierte en ciertas cosas. En Dinamarca por ejemplo todos los estudiantes tienen ayudas hasta que terminan los estudios. Los impuestos bien invertidos no duele pagarlos, pero es triste cuando ves que la sanidad, por ejemplo, es tan deficiente. Un saludo!
ResponderEliminarCiertamente es horrible e indignante ver cómo en algunas partes de reduce la inversión en conceptos tan importantes como la sanidad y la educación, algo que debería estar superprotegido, pues ambas cosas son reflejo del estado del bienestar.
EliminarUn saludo.
Yo siempre he visto bien lo de pagar impuestos. lo que ya no veo tan claro es que buena parte de lo recaudado a través de los mismos se vaya en sueldazos dados a personas elegidas a dedo por los cientos y cientos de políticos que tenemos en nuestro país (asesores creo que los llaman). Son personas sin nombre que se lo llevan en crudo y los paganos sin siquiera conocer qué es lo que hacen. Debe de ser verdad eso que de niños nos decían en los colegios religiosos cuando preguntábamos sobre cuestiones de semejante tenor: "doctores tiene la Santa Madre Iglesia que os lo sabrán responder".
ResponderEliminarY sobre la disparidad de sueldos y de IPC en una zonas y otras de España, no sé qué decirte; pero si la cosa va por lo de la "pluri.." lo que sea creo que no se va arreglar por ahí.
Un fuerte abrazo, Josep
Efectivamente hay servicios de los que disfrutamos todos los ciudadanos y alguien los tiene que pagarlos. Si así fuera, pagaría con más naturalidad mis impuestos, sin embargo lo cierto es que quienes los administran, sean del partido que sean, están demostrando constantemente que no son de fiar. En cualquier caso, lo cierto es que la única solución que nos queda es tratar de seguir buscando a través de nuestros votos a alguien que no robe. He perdido la esperanza de que eso pueda llegar a suceder, pero lo cierto es que los impuestos están ahí y no soy yo de los que más sufro por tener que pagarlos. Lo que sí hago es no escatimar en las retenciones sobre mis percepciones para que la campaña de la Renta no resulte traumática. Casi siempre me sale a devolver. Hay quien piensa que estoy haciendo el gilipollas por adelantar el pago de un dinero que es mío, pero a mí hacerlo poco a poco no me supone esfuerzo alguno y no hacerlo sí.
EliminarUn abrazo.
Hola, Juan Carlos. Cuando uno ve la cantidad de dinero derrochado por nuestros políticos, esos que se llenan los bolsillos con dinero público, entran ganas de hacer huelga de impuestos, pero sería peor el remedio que la enfermedad, pues a ellos no les pasa nada, o bien poco, y a nosotros nos meterían en chirona, por defraudar a Hacienda. Pagaríamos justos por pecadores.
EliminarUn abrazo.
Hola, Chema. Por supuesto que hay que pagar lo justo, lo que realmente nos corresponde. Si se puede desgravar, pues hágase, que es justo y legal. Lo malo es que hay quien se desgrava caprichos y lujos injustificados y encima se defiende cuando Hacienda le reprocha su proceder y le abre una inspección. Y es que los hay muy listos que van por el mundo haciendo trampas, pensando que a ellos no les pillarán. Y si los pillan, se hacen los ofendiditos.
EliminarNo sé si es soñar despierto eso de encontrar a alguien que, directa o indirectamente, no nos robe, aunque solo sea un poco.
Un abrazo.
Dejando de lado si los impuestos se gestionan bien o mal, suponiendo que se haga de forma correcta, esta entrada viene a cuento de una conversación que teníamos el otro día en la familia. Algunos jóvenes de la misma hablaban de los impuestos como si estos fueran directamente al bolsillo de los políticos. La gente no es consciente de lo importantes que son. La derecha siempre promete bajarlos y dar mejores servicios públicos, pero nunca explican como piensan hacerlo. Lo que menos entiendo es que la gente se deje convencer con esa bajada de impuestos y sobre todo los que tienen menos recursos que no deben de darse cuenta de que ellos son los que más necesitan los impuestos. Los ricos se pueden pagar la Sanidad y la Educación privadas y buenos abogados. Los que más necesitan los servicios públicos que se costean con los impuestos son quienes más se dejan engañar con esas bajadas de impuestos.
ResponderEliminarVamos, que soy muy partidaria de los impuestos, de que paguen más los que más tienen y, por supuesto, de que se gestionen bien.
Un beso.
No sé qué está ocurriendo con los jóvenes que cada vez son más negacionistas en casi todo. El populismo que promete cosas inviables parece que atrae a los que menos están al corriente de cómo funciona un país. Es muy fácil prometer lo que la gente quiere oír, pero no se dan cuenta de que del dicho al hecho hay un abismo y que luego no se cumple ninguna de esas promesas, porque el dinero no cae del cielo.
EliminarUn beso.